A Dios rogando, y con el Cine dando

¡Que pereza me da la Semana Santa! mucho más que las navidades, no se bien el motivo. Recuerdo de pequeño las procesiones, la programación especial en la ya de por si paupérrima televisión que existía, que ya era la española, y en las radios. Todo era tristísimo, y se suponía que creer en Dios era lo que debía ser «per se». Lo único bueno de la Semana Santa, y digo bien: «único», eran las torrijas. Ayer, hoy y mañana. Será que es verdad eso que dicen los creyentes (yo no lo soy) «Dios aprieta, pero no ahoga»

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También recuerdo que ya en los años 70 aquello cambió algo y en Semana Santa ponían películas que, vale, hablaban de Dios, y de la crucifixión y de todas aquellas cosas, pero.. joder, eran muy buenas. «Ben Hur» claro, «La historia más grande jamás contada», «Quo Vadis?» o «Espartaco» incluso también ponían en esa TVE de entonces cosas tan raras como «Dies Irae» u «Ordet», y más raro aún, «El evangelio según San Mateo» de un tipo que tiempo después me enteré de que era nada menos que comunista: Pier Paolo Pasolini.

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Hace unos días veía dos película de Ingmar Bergman, «El manantial de la doncella» y «como en un espejo» por aquello de que el próximo 14 de julio será su centenario, y hay que ir pensando en darle un merecido homenaje. Ingmar Bergman era un descreído. Diría que como yo, si no fuera porque se que no es cierto. El descreimiento de Ingmar Bergman es más parecido al de Luis Buñuel, salvando que la idea de la existencia o la ausencia de Dios le viene a uno del protestantismo y al otro del catolicismo.

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Yo tuve una educación de pequeño en la que Dios estaba omnipresente, aunque creo que para la época no fue tan machacona como me consta que sufrieron otras personas que conozco. Y sin embargo me recuerdo a mi mismo de pequeño, por un lado aterrorizado con aquellas historias de crucifixiones, de pecados, de vida eterna y de condena eterna, y por otro lado diciéndome a mi mismo ya a temprana edad algo así como «esto no puede ser, es imposible». Por si acaso, y como era un rollo, y a pesar de que los lunes en el colegio nos preguntaban el evangelio que habían dicho en la misa del domingo, yo dejé de ir a misa, aunque eso si, leía el evangelio en el periódico «Ya» (católico confesional) y así salía del apuro el lunes. Con el tiempo me decanté definitivamente y sin dudar por lo segundo, el creer que lo normal era no creer, lo que me ocasionó ya algo mayor, cuando hacía COU (para los milennials: curso de orientación universitaria) que un pelmazo del Opus Dei quisiera convertirme y salvarme de las eternas llamas del infierno. Que horror. Desde entonces odio el proselitismo. Imagino que aquel muchacho, un «pera» que se decía en la època, se flagelaría por su fracaso conmigo. Pero yo no he nacido para seguir a nadie. Tiempo después supe que los Byrds tenían una canción con ese título. Y que salia en la generaciónal «Easy Rider»

El caso es que el otro día estaba en la redacción de Días de Cine escuchando a Robert Guédiguian hablar de «El evangelio según San Mateo» en unos términos incontestablemente hermosos (y que ya tendréis ocasión de ver en el programa), siendo ademas que Guédiguian es alguien de eso que llamamos «de izquierdas».

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Pero me doy cuenta de que nunca Dios estuvo más presente que en las clamorosas ausencias de Ingmar Bergman, en general en todo su cine, pero muy en particular en esas películas que he citado antes, y en las dos que, con «Como en un espejo» conforman «la trilogía del silencio», o sea, «Los comulgantes» y «El silencio». De que pocos descreídos han tenido a Dios más presente en sus creaciones que Luis Buñuel, de que un milagro es ridículo en una película catequista, y sin embargo es emocionante en «Ordet», o de que el Evangelio más auténtico que se ha visto en el cine es el que puso en imágenes, sencillas y auténticas, ese «demonio’ de comunista llamado Pier Paolo Pasolini.

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A mi si me emocionan esas películas que hablan de Dios desde el descreimiento más absoluto. Siempre me molestó la palabra «ateo», pues es la palabra que usan los que creen para definirnos a quienes no creemos, dando por hecho que negamos la existencia de algo que existe, cuando obviamente no es así. Yo no soy tan estúpido de negar la existencia de algo que existe, simplemente niego la existencia de algo que otros dicen que existe. Y además, Stephen Hawkings dijo aquello tan claro en su libro «Una historia del tiempo»: «El universo no necesita a Dios para ser explicado». El cine tampoco, pero desde mi descreimiento, si una película sobre Dios es buena, bienvenida sea, y que cada cual piense lo que quiera pensar, pero por favor… Que estamos en 2018!

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En la duda más certera, a Viernes Santo, (perdón) a 30 de marzo de 2018.

@Gerardo_DDC

Apuntes, recuerdos y fantasías.

Si echo la vista atrás, a lo que ha sido mi vida como cinefilo, o sencillamente aficionado al cine, o enamorado del cine, y con toda la experiencia que humildemente puedo haber acumulado en tantos años, pienso en aquellas memorias de Fellini tituladas juguetonamente «Apuntes, recuerdos y fantasías», si las cosas que recuerdo, no son sino verdaderos apuntes y fantasías, recreaciones emocionales de deseos más que cosas auténticas que sucedieron de verdad tal y como las recuerdo o creo recordar.

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En base a esos recuerdos y fantasías más o menos ciertos, no sé si lo que soy hoy es fruto de la huella que dejaron en mi esos momentos que recuerdo, o si lo que soy hoy me induce a pensar que aquellas cosas sucedieron realmente de aquella manera.

Pero es el caso que algunos de los recuerdos más nítidos que creo tener corresponden a haber ido al cine de niño. Tengo uno muy anterior, que es, creo, haber ido con mis primas muy pequeño, con unos 2 o 3 años a ver a los Reyes Magos a Galerías Preciados. Pero no sé si recuerdo ese momento  como tal, o el hecho de tener una foto de ese momento que he visto muchas veces hace que ese recuerdo se haya asentado en mí,como si fuera un replicante. Recuerdo eso si, o creo recordar, mi terror con aquellos señores ataviados de forma extraña.

Pero lo que si recuerdo muy nítidamente, y ese es un recuerdo contrastado, es que de pequeño mi abuela Teresa nos llevaba todos los miércoles al cine Usera a mis hermanos y a mi. El Cine Usera era uno de tantos cines de barrio que había entonces en las ciudades. De hecho en la zona donde yo vivía había dos: uno era el cine Usera ,y otro era el cine Niza,  al que por cierto apenas fui una o dos veces en mi vida.
Esto ya lo he contado alguna vez, así que disculpad si os vuelvo a soltar el rollo, pero forma parte de mi vida sentimental y de alguna forma es mi particular «noche americana».

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Lo curioso no es que mi abuela nos llevase los miércoles al cine, a fin de cuentas en aquella época no había absolutamente nada con lo que pasar un rato. Lo curioso es que , recuerdo como si fuera hoy mismo, que cuando llegábamos mi abuela preguntaba muy discretamente por «el señor Montero», y cuando este señor salía nos colaba sin pagar. Han pasado más de 50 años pero podría jurar que si hoy tuviese a este señor delante le reconocería. Hace unos años, a raíz de un post que hicimos Raul Alda y yo sobre nuestras experiencias compartidas, sin saberlo, en el cine Usera, me lleve la gratísima sorpresa de que el nieto de aquel señor Montero leyó aquello y se puso en contacto con nosotros para decirnos que le había emocionado leer lo que decía de su abuelo.

Recuerdo haber visto en el cine Usera algunas de las películas que me han acompañado toda mi vida, desde una película que conseguí por fin en DVD hace pocos años titulada «Asfalto húmedo», hasta las maravillosas «20.000 leguas de viaje submarino», «Ulises» o «El oro de Mackenna». Aunque quién sabe si lo recuerdo o creo recordarlo.

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Recuerdos inducidos o no, el caso es que por algo que se me escapa aún hoy, en mi casa como en casi todas las casas de la época mi padre compraba semana semana cada libro que editaba la Biblioteca Básica Salvat. Uno de aquellos libros se llamaba «vamos a hablar de cine», de José María García Escudero, y por algo que aún no y no consigo entender, lo leí varias veces. Siempre fascinado, leyendo sobre películas que vería años después. Y leyendo aún más recurrentemente lo que al final venía como la lista de las mejores películas de la historia del cine, que a mí me sonaba un poco menos que a chino pero que se llamaban «Ciudadano Kane» «ladrón de bicicletas» «luces de la ciudad» «Cantando bajo la lluvia…» había otra que salía y qué me causa y me causaba asombro y era «qué noche la de aquel día».
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Recuerdos inducidos o no, el caso es que en aquella misma biblioteca básica Salvat había un libro titulado «2001 una odisea espacial» que leí un montón de veces, atendiendo no solo al texto, sino sobre todo a las fotos que en el aparecían de una película que tardaría unos cuantos años en ver en el cine.
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Recuerdos inducidos o no, creo recordar que con 12 años en el colegio al que iba por aquel entonces, el San Juan Bautista de Pozuelo, hicieron un curso de cine en el cual no sé cómo acabe cuál no sé cómo vi como 15 o 20 veces «el corredor sin retorno», que me impacto tremendamente y qué tiempo después supe que estaba dirigida por un tipo que se llamaba Samuel Fuller.

Recuerdos inducidos o no, de acuerdo que allá por 1972 o quizás 1973 en lo que entonces llamábamos el UHF, vulgarmente conocido tiempo después como La 2 de Televisión Española, por algo que se me escapa yo veía un programa de cine que se llamaba «Cineclub» y en el cual por aquellos tiempos ví unas películas que me causaron una conmoción que llega hasta hoy.  Esto debe ser cierto, o comparto recuerdos inducidos con Fausto Fernández, que lo corrobora también. Las películas a las que me refiero son «Nosferatu», «El manuscrito encontrado en Zaragoza» y «El hombre ilustrado».

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Quedé tan fascinado por aquellas películas qué tanto tiempo después me siguen pareciendo de las mejores que he visto en mi vida. Sé que esa sensación es cosa de la educación sentimental, pero es lo que es. No sé si todo eso tuvo que ver en que cuando tuve ocasión, decidí estudiar Ciencias de la Información, rama imagen y sonido, para aprender cine. Eso fue en 1977. No sé si todo eso que he contado tuvo que ver con que un año más tarde al empezar segundo de carrera decidiese irme 40 días a vendimiar para ganar dinero para comprarme una cámara de super 8. No iban a ser 40 pero lo fueron porque aquel años diluvió.   Pero el resultado de las cepas, el tranchete y la lluvia, fue una cámara Canon 814 XLS maravillosa. Luego vendrían el proyector y la empalmadora.

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Creen mis recuerdos, inducidos o no, que aquel año fue por primera vez a lo que entonces eran los cines Alphaville, hoy Golem. La primera película que vi alli fue «El tambor de hojalata». El año pasado en aquella misma sala en la que yo vi el tambor de hojalata presentaba para los espectadores de días de cine a Volver Shlondörff y podría contar en su presencia esa anécdota en plan abuelo cebolleta. No son recuerdos inducidos, aunque podrían serlo, pero desde aquellos tiempos hasta unos cuantos años después me tiraba todos los días en la Filmoteca Nacional y en el Cinestudio Griffith /(en el que andaba enredando mi amigo y compañero en Dias de Cine Alberto Bermejo) viendo hasta 5 y hasta 6 películas diarias.

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Lo se, um friki de tomo y lomo. Pero no hacía daño a nadie y siempre te he tratado de mantener una cierta normalidad paralela a mis neurosis. Ya para terminar esta evocación que intuyo es soporífera, recuerdo el cosquilleo que me invadió cuando me enteré de que unos aparatos que se pusieron a la venta el nombre de Betamax, y luego VHS, permitían. grabar películas y conservarlas. Recuerdo que antes de poder comprar un grabador, lo tenia ya mi tio. Y recuerdo que cuando en aquel mítico programa llamado «La Clave» pusieron «El compromiso», de Elia Kazan, no pude aguantar más y me presente en casa de mi tío con una cinta de vídeo para grabar ella película que me había dejado en estado de shock cuando la vi en la Filmoteca Nacional. Que luego la emisión de la película fuese en el horrible pan and scan tan habitual de la época y doblada es otra historia, pero esa fue la primera de las películas que grabé en vídeo de las más de 2000 que llegué a tener. Hoy tengo casi 10000 en DVD y Blu Ray, pero esa es otra historia.

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Ahora mismo no recuerdo bien donde estoy, pero creo que se que es 28 de marzo de 2018.

@Gerardo_DDC

El cine que no se ve en el cine

Creo que puedo decir que más de el 95% de las películas que he visto en mi vida las he visto en el cine. Y he visto muchas películas. Y muchas de ellas muchas veces. También es verdad que últimamente las películas se ven de otras formas. Menos románticas, cierto, teóricamente hablando, especialmente si pensamos en palomiteros, gente (por decirlo suavemente) enredando con el móvil en la sala, o simples charlatanes que creen que están en su salón «viendo» una peli con sus amigos o familia. Pero lo cierto es que hay películas que no llegan a todos los sitios, principalmente porque no hay cines ya en todos los sitios.

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Hace ya tiempo de ese «Last picture show» en muchas ciudades españolas. Y sin embargo la cifra de películas que se estrenan cada semana es abrumadora. Si hace unos 10 años podían ser unas 8 a la semana (como mucho) ahora pueden ser 15 fácilmente. Y a pesar de todo, y es a lo que iba, aún hay películas estupendas que no llegan a las pantallas y van directamente a otras ventanas de exhibición. Voy a hablar de tres de ellas que he visto en el último mes y que cada una por sus motivos, podría haberse estrenado en salas según mi criterio.

El pasado año nos cautivó «Comanchería», aunque prefiero (para variar) su título original: «Hell or high water», algo así como «con el agua al cuello», dirigida por David McKenzie sobre un estupendo guión de Taylor Sheridan. Ese relato de la derrota más absoluta de sus personajes en medio de reservas indias y la américa profunda, nos dejó algunas de las frases y los momentos más maravillosos del cine de los últimos años. Pues bien, su guionista, Taylor Sheridan presentaba el pasado año en el Festival de Cannes la estupenda «Wind River» que no se ha estrenado en salas en España, habiendo pasado directametne al VOD a través de @Filmin (no se ha editado ni en DVD ni en Blu Ray a fecha de hoy en España) previo paso por @La1_tve el pasado 28 de enero, (su estreno en España) cosechando un éxito absoluto, siendo lo más visto de ese día en televisión, con una audiencia media de 2.799.000 espectadores y una cuota de pantalla del 14,8%. Eso significa que ha sido (y será) una de las películas más vistas de este año 2018. Cosas curiosas. Y que la ha visto mucha más gente que «Comanchería» que se estrenó en salas.

Deberíais ver «Wind River» por muchos motivos. En primer lugar es una tremenda película, un western moderno ambientado en una reserva india de Wyoming con un comienzo brutal, una estructura narrativa no lineal, y una historia de gloria y derrota marca de la casa. No quiero decir mucho más salvo que tiene momentos emocionantes y otros brutales, y que están Jeremy Renner, la maravillosa Elizabeth Olsen, y aquel Graham Green que conocimos en «Bailando con Lobos» que tiene una secuencia inolvidable.  Perdérsela (Wind River) es un crimen. Si veis el trailer veréis la marca «Weinstein», y he ahí uno de los motivos (o el motivo) para su ¿mala? carrera comercial, o lo que es lo mismo, en salas. Debo decir que estuve indagando sobre la película con el fin quijotesco de poder hacer un preestreno en @DiasDeCine y que al menos, por un solo pase, pasase por las salas. Ahí ando con ello.

También creo que deberíais ver «Brigsby Bear», una preciosa película que pudo verse en Festivales de Cine y que no ha llegado a las salas, y si directamente en este caso al DVD y al Blu Ray, de la mano de la distribuidora Sony a través de su división home entertainment @SonyPicsVideo. En «Brigsby Bear», dirigida por el para mi desconocido Dave McCary, tenemos a Mark Hamill (jugando con el reverso tenebroso) a Claire Danes haciendo de psiquiatra (manda pastillas, en lugar de tomarlas como en «Homeland» en papeles relativamente secundarios, aunque importantes en una historia (que no os voy a desvelar) que trata sobre la creación como proceso sanador y la amistad. Es posible que sea un tanto optimista, pero como yo soy Capriano, me lo creo todo (todo lo que está bien contado), y además, la redención espiritual y mental del muchacho protagonista (que tiene una historia tela marinera) viene a través de algo tan bonito como hacer una película. Tiene un poco del tono naif de las maravillosas «Rebobine por favor» o de «Yo, él y Raquel». Y eso son palabras mayores.

Y para terminar, también creo que no os podéis perder «Porto», una maravillosa película portuguesa, dirigida en 2016 por Gabe Klinger, nacido en Sao Paulo, y producida nada menos que por Jim Jarmusch. Si os digo que en los agradecimientos finales, antes de unos créditos que, más que nunca, no hay que perderse, aparecen Chantal Akerman y Manoel de Oliveira, podéis imaginaros.

Con fecha de producción de 2016, «Porto» fue una de las últimas películas interpretadas por ese joven talento temprana y tragicamente malogrado que fue Anton Yelchin, a quien Gabe Klinger dedica la película, editada en DVD en España por @cameovideo y @Avaloncine, además de estar disponible también en @filmin.

«Porto» dura (con esos hermosos créditos finales) poco más de 74 minutos, y mezcla, en lo que a la forma cinematográfica se refiere, 35mm, 16mm y Súper 8, para contar, de forma fragmentada y no lineal, una bellísima historia de amor tan efímera como poderosa entre Jake (Anton Yelchin) y Mati (fabulosa también Lucie Lucas) con momentos maravillosos y diálogos inolvidables. No puedo olvidar cuando Mati le dice a Jake en un momento que Proust escribió que «las mentiras de los amantes acabarán por convertirse en verdad».

«Porto» tiene un aroma a de Richard Linklater y su trilogía «antes del….», y también tiene un aroma a Jim Jarmusch, claro, y de Chantal Akerman y de Manoel de Oliveira. Y también algo de aquellos encuentros fogosos y furtivos entre Marlon Brando y María Schneider en «El último tango», e incluso en su melancolía me evoca algo a «El lado oscuro del corazón», pero siempre sin deber nada más que un cierto aroma, que quizás esté más en mis neuronas mezcladas que en la intención final del director. Una muy bella película en la que creo que toda persona que no tenga una piedra por corazón puede sentirse identificada.

Si a ello unimos el color, la textura del celuloide en cualesquiera de los formatos, la música, y su alma de fado, creo que no podréis resistiros. Yo quedé cautivado.

En Oporto, a 27 de marzo de 2018

@Gerardo_DDC

(continuasse…)

 

 

Corrupción en El Cairo

Disculpad si parece que entre en bucle, pero de nuevo me pregunto como puede ocurrirsele a alguien cambiar el título de «incidente en el Hotel Nile Hilton» a «El Cairo confidencial» . Lo primero que se me ocurre es patéticamente obvio: hacer referencia emocional a «L. A. Confidential» , la estupenda película de Curtis Hanson que recreaba en clave de cine negro (ambientado en los 50) la corrupción de la ciudad de Los Angeles.

Por eso mismo, podría haberse llamado esta película «Corrupción en El Cairo» (evocando de forma igualmente patética a «Corrupción en Miami». Dejemos aqui mi bucle melancólico, que a fin de cuentas @DiasDeCine hizo un preestreno de esta estupenda película y tuvimos a su director, Tarik Saleh, dandonos una estupenda entrevista y luego presentando la película a nuestros espectadores, tan incrédulo (eso nos dijo) que pidió a los espectadores si podía hacerles una foto para que su madre viese cuanta gente había en la sala viendo su película. Doy fe.

«El Cairo confidencial» está basada en un hecho tan real y con una solución tan mala, que el acusado de la muerte de una chica, un miembro de la élite del poder egipcio, está ya en libertad, mientras que la película no puede verse en Egipto. Con esto ya está dicho todo.

De origen egipcio y sueco de adopción Tarik Saleh habla con conocimiento e causa de todo lo que vemos en la pantalla.  «El Cairo confidencial» se sirve de los códigos del más puro cine negro para contar una historia que, desde el Mcguffin de un caso de asesinato de una mujer en el Hotel Nile Hilton de la Plaza Tahir de El Cairo, permite que veamos toda la corrupción que empapa a la sociedad egipcia. La película está ambientada en los días previos a las revueltas de la Plaza Tahir (de lo cual hay un excelente documental por ahí) y la caída de Hosni Mubarak.

El detonante de ese asesinato que ha de investigar Noredin Mostafa (estupendo el actor libanés Fares Fares) sirve para que en primer lugar veamos que el mismo polícía está corrupto hasta las trancas. El problema es que él es solo uno de tantos, y no precisamente el más corrupto. NO quiero entrar a detallar la trama, todo lo enrevesada que cabe esperar en una película de este tipo, ni los muchos personajes que la pueblan.

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Tarik Saleh nos habla de una ciudad superpoblada, de la inmigración irregular, de los sobornos como cosa cotidiana y de la eterna necesidad de los poderosos de tapar cualquier basura con la que se les pueda asociar. Y de la mayor corrupción posible que es la del Estado. Fuman mucho en esta película, muchísimo, y el director ha querido jugar en la liga de los grandes referentes. Vemos entre lineas evocaciones a «Blade Runner», «Chinatown» y «Taxi Driver», pero también, como él mismo director confesaba a «Investigación sobre un ciudadano libre de toda sospecha» e incluso «El sueño eterno». Mujeres fatales, tugurios, gente poderosa, policías corruptos y jefes aún mas corruptos, gente que no tiene nada que perder y gente que lo tiene todo que perder, el amor más turbio y un atisbo de redención de ese policía corrupto en tiempos difíciles.

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Nada de esto hace por si mismo una buena película, pero Tarik Saleh rueda muy bien y crea con la cámara, la luz, el sonido y el montaje esa atmósfera irrespirable del mejor cine negro. Esto si define a una buena película. Mubarak cayó y la primavera llegó para dejar paso rápidamente al invierno.  Egipto está hoy como está. Ya lo decía el Principe Salina en «El Gatopardo»: algo había de cambiar para que todo siguiera como estaba.

A 26 de marzo de 2018.

En medio de algún sitio.

@Gerardo_DDC

 

Es solo Rock & Roll, (pero me gusta)

Algún día espero llegar a entender los misteriosos motivos que mueven a alguien en las distribuidoras a poner títulos banales a películas que tienen titulos con gancho.

Si me dicen que la nueva película de Guillaume Canet como direcor y protagonista se llama «Cosas de la edad» mi mente enferma piensa de inmediato en una comedieta romántica absolutamente convencional. Será cosa mía, pero si indago en el título original, y este es «Rock n Roll», de inmediato pienso en algo mucho más divertido.

Diré para empezar, que «Cosas de la edad», título con el que va a estrenarse en España la película francesa titulada en original «Rock n Roll» es muy divertida (y más)… a pesar de ese horrible título en castellano. Lo cual me viene a decir de alguna manera, que el hábito no hace al monje. Pero si me permitís, en adelante hablaré de «Rock n Roll» y no de «Cosas de la edad», uno es hijo del rock n roll y tiene su corazoncito.

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Guillaume Canet, ese director a quien debemos películas tan hermosas como «Pequeñas mentiras sin importancia» o como actor, mismamente «Perdido», en salas ahora mismo en España, se suelta una comedia gamberra y desmitificadora como pocas. En realidad podría ser un documental, o un falso documental (que es más cool) sobre la vida de Guillaume Canet con la también actriz Marion Cotillard, co-protagonista como ella misma en esta película en la que todo el mundo es quien se supone que es, desde los protagonistas, a los padres del director, pasando por los productores o el gran Johnny Halliday en una de sus últimas apariciones en la pantalla, haciendo una aparición triunfal utilizando de una forma muy peculiar una escalera, y llamando al buen Guillaume «Jerome» (al menos así sucede en la versión original: cuidado con los doblajes)

Guillaume Canet, director y guionista, se sirve del Guillaume Canet actor, y de la impagable complicidad de su pareja en la vida real, Marion Cotillard, para hacer un desternillante retrato del vanitas pecata mundi que es el mundo de las celebrities, o el mito de la eterna juventud como precio a pagar cuando hay una cámara por medio, pero también, la crisis que puede afectar a cualquiera a cualquier edad, pero principalmente si es al filo de los 40. Decir que adoramos, aún más, a Marion Cotillard por aguantar lo que aguanta, cuando además,nos consta que los productores lo que querían era una película sobre ella, y no sobre él

Es el caso que a Guillaume Canet ya no parecen querer llamarle para hacer papeles de jovencito, pero no solo eso, es que su nueva película hace de padre de una muchacha que es un bombón. La condición humana hace el resto, y el guión, la dirección y los actores, hacen que nos riamos a carcajadas en varios momentos. Lo que no se es si quienes se vean reflejados en la pantalla (y haberlos y haberlas haylos y haylas) se reirán tanto o se verán todo lo patéticamente ridículos que Guillaume Canet los dibuja. Ojo a eso de querer ponerse cachas y a pasarse con el lifting.

«Rock & Roll» no es solo una película muy divertida y que nos muestra el mundo del cine y de los famosos  en su pequeña ridiculez, es también una película sobre cine dentro del cine, lo cual le da un plus para quienes nos gusta ver como el cine refleja ese mundo desde «Charlot tramoyista de cine» o «Epejismos», cine dentro del cine, en el cine mudo.

THELMA & TRIER

Comienza «Thelma» con uno de esos comienzos que es dificil de olvidar. Un hombre y una niña caminan por la nieve en un bosque precioso e idílico. El hombre lleva una escopeta y en un momento dado encuentran un ciervo. Lo que sucede a continuación no es exactamente lo que pensaríamos que podría pasar a continuación. Y ahí lo dejo, pero esas imágenes que nos dejan congelados van a significar mucho en el metraje que resta de película.

Tiene Joachim Trier una habilidad especial para crear atmósferas muy especiales en lo cotidiano. Lo veíamos en aquella maravillosa película, «Oslo, 31 de agosto», por ejemplo, en aquella escena de la cafetería en la que los sonidos de ambiente cobraban una importancia casi orgánica.

En «Thelma» Joachim Trier nos obsequia con muchos momentos de esos. Podríamos definir a la película como de género fantástico, si no fuera porque lo que le sucede a Thelma, su protagonista, nos resulta bastante cercano y reconocible, por más que todo lo que le sucede, sea en condiciones digamos «fantásticas». Pero desde luego, tampoco es una película más del género «comning of age».

Thelma tiene un don, o una maldición, según se mire, que Joaquim Trier se encarga de desvelarnos con una sabia dosificación. De modo que si el director da esa información a espectador sin prisa, pero sin pausa, no seré yo quien lo estropee aquí creyéndome más listo que él. Lo que está claro es que Thelma está en una edad complicada, que ha tenido unos padres muy protectores, y que se siente atraída por una compañera de la universidad.  Las pulsiones sexuales son evidentes, y la represión, y la presencia de un padre amoroso hasta extremos que nos hacen pensar lo que puede que no sea. Y suceden cosas que parecen tener relación con los estados emocionales de Thelma.

Una estructura narrativa no lineal le sirve al director para ir dándonos esa información que va dando forma al puzzle que es esta historia, que si, que ciertamente en ocasiones nos puede recordar a «Carrie» y en ocasiones desprende un aroma a la reinvención de lo fantástico que supuso «Déjame entrar». Pero desde luego «Thelma» no nos produce en ningún momento una sensación de «dejá vu» por más que sintamos los aromas de algunas cosas. Esa es la virtud de Joachim Trier, que rueda de forma primorosa, demostrándonos que en el cine no es tanto lo que se nos cuenta, sino como se nos cuenta, o sea la forma y el fondo. Y la forma de Joachim de exquisita, nunca gratuita, ni se sirve de los muchos golpes de efecto que una película de este tipo podría tener en manos de alguien menos capaz y talentoso.

Casualidades del destino, antes de escribir estas reflexión sobre «Thelma», he vuelto a ver por otros motivos «El manantial de la doncella» y «Como en un espejo» de Ingmar Bergman. Y cierto es que en una más que buena parte del cine de Ingmar Begman hay una componente fantástica que él supo poner en imágenes de forma ejemplar, sin efectismos, pero de un modo tremendamente impactante, con un inusual uso de la cámara, el espacio, la luz y los sonidos. Joachim Trier se encarga de recordarnos que dirigir una película es algo más de lo que muchos nos tienen acostumbrados.

Algo del espíritu de Ingmar Berman tiene «Thelma», pero con aliento propio. Hace ya mucho tiempo que Joachim dejó de ser el primo de Lars, y mientras el provocador danés va dando más que hablar por sus boutades que por su cine últimamente, su primo noruego nos lo dice todo desde las imágenes de sus películas, como quien no quiere la cosa, de forma discreta y sutil, remitiéndonos al universo tanto de Ingmar Bergman como de Dreyer, o del mismo Hitchcocok, en una historia de amor y terror envuelta en la forma de un relato de adolescencia desencajada. Y fantástica, en el sentido más convencional del término, Eli Harboe, su protagonista.

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En la Isla de Faro, recién empezada la primavera.

24 de Marzo de 2018

@Gerardo_DDC

(continaurá…)

EL VIAJE DE SUS VIDAS

Es sin duda «El viaje de sus vidas» una road movie, y sin duda también recuerda algo a la maravillosa «Locas de alegría». Me gusta Paolo Virzi por lo que hace y por como lo hace, habiendo elegido ser, yo creo que de forma voluntaria, una especie de nuevo (bueno, ya no tan nuevo) Dino Risi del cine italiano, algo que quecaba muy claro en «La prima cosa bella» con su explicito homenaje al director italiano.

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Si en la excelente «El capìtal humano» hacía un retrato descarnado, triste  y lúcido de las miserias de la gran burguesía y de la que aspira a serlo, y en «Locas de alegría» hacía una particular, jocosa, y al mismo tiempo triste, versión de «El Quijote», en «El viaje de sus vidas», que es su primera (a medias, pues participa la RAI en la producción y la película es de producción italiana)  incursión en el cine americano, adaptando la novela de Michael Zadoorian, parece apostar por una historia más sencilla.

De tono (para mi) más convencional que sus anteriores títulos, quizás por ser precisamente una road movie de manual, de la tercera edad, eso si, o quizás por ser adaptación de una novela que cuenta cosas de un mundo un tanto alejado de su mundo mediterráneo, «El viaje de sus vidas» se ve con gusto, muy probablemente más por los excelentes actores con los que cuenta Virzi, Hellen MIrren y Donald Sutherland, que por su propio trabajo.

La historia puede ser tan tópica como queramos creer que es, o tambien, tan real como podría ser la de cualquiera de nosotros en ese momento de nuestras vidas. Cambiese las profesiones y el sueño, en este caso visitar la casa de Ernsdt Hemingwey en Key West, por el nuestro particular, y podemos sentirnos todo lo identificados con ese vieja de sus vidas.

Pero hay algo más, Y ese algo más, es lo que le da un punto especial a «El viaje de sus vidas» La vida, viene a decirnos Virzi es eso que venimos en llamar un viaje. Metáfora o no, toda vida tiene su punto de partida y de destino. Entre uno y otro, está eso que nos ocurre mientras hacemos planes: la vida.

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En mi casa, a 24 de marzo de 2018

El viento aúlla fuera, y lleva todo el día cayendo nieve granizada, propia de la primavera.

Continuará…

@Gerardo_DDC

 

LA CASA JUNTO AL MAR

Una de las cosas que detesto es hacerme fotos con la gente a la que admiro y tengo oportunidad de conocer gracias a la suerte que tengo siendo director de Días de Cine. Me parece un tanto impertinente decirle a alguien que se haga una foto conmigo porque me parece que lo que estoy pidiendo es satisfacer mi vanidad. Es cierto que alguna vez alguna persona de estas me ha pedido hacerse una foto conmigo, y en ese caso he aceptado encantado. Me pasó con esa persona a la que dicen me parezco un montón, Danny Boyle, y me pasó mas recientemente con una persona entrañable, maravillosa y sabia, de nombre Nick Park, el padre de Wallace y Gromitt.

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Digo esto porque he tenido la ocasión recientemente de estar cenando con dos personas a las que admiro profundamente. Él es Robert Guédiguian, y ella es Ariane Ascaride, compañera vital y cinematográfica del director. Debo decir que ambos maravillosas personas.

Todo esto viene a cuento de «La casa junto al mar» la nueva película de Robert Guédiguian que se estrena esta semana en España. En @DiasDeCine hicimos un preestreno junto a nuestros amigos de @Golemfilms, y tras la proyección disfrutamos, porque el verbo es disfrutar, de un coloquio maravilloso con estas dos personas fabulosas. Debo decir que además estaba Matilde, que es la traductora habitual de Golem y que es un personaje en sí misma, además de mi amigo y compañero en @DiasDeCine Alberto Bermejo llevando el coloquio.
Según iba avanzando el coloquio me di cuenta de varias cosas. En primer lugar que al escuchar a Robert Guédiguian hablar de Frank Capra, corroboré lo que siempre he pensado de sus películas: que comparten aquel espíritu de solidaridad y amistad entre los más humildes, evidentemente en un contexto distinto. Pero según avanzaba el coloquio me di cuenta de una cosa, que por un lado me hacía mucha gracia, y por otro lado me causaba profunda emoción. De repente vi que Robert guediguian y Ariane Ascaride venían a ser una especie de reencarnación cercana de Federico Fellini y Giulietta Masina. Cuando terminaba el coloquio así se lo dije, indicándoles además que me parecía que «El cumpleaños de Ariane», una de las últimas películas del director, hecha a imagen y semejanza y como homenaje a su musa y compañera, podría ser el equivalente a «Giulietta de los espíritus». Puede que no me hiciera una foto con estas dos personas estupendas, pero me consta que le gustó mucho esto que les dije.

Y todo esto viene claro a cuenta de «La casa junto al mar», la película, como dije antes, que se estrena esta semana. Guediguian vuelve a reunir a su troupe de actores para retomarlos 30 años después de «Ki lo sa? «, película de 1985, un fragmento de la cual se permite introducir en «La casa junto al mar», a modo de Flashback. Que además suene en ella el «I want you de Bob Dylan» son palabras mayores.
Guediguian nos contó en el coloquio, ante una aguda observación de uno de los asistentes, que la película no tenía más música que ese fragmento de Bob Dylan y un fragmento de evocación de Ariane ascaride en el que incluía la música compuesta por Alexandre Desplat precisamente para «Qui lo sa» en 1985, mucho antes por consiguiente de que el músico se convertirse en la referencia que es ya desde hace un tiempo.

En la película, que es lo que debiera interesar en esta digresión, Guediguian nos viene a contar el futuro de aquellos jóvenes que salen en el flashback, para quienes el futuro estaba por escribirse. El quebranto familiar ocasionado por la repentina enfermedad del padre hace que se reúnan los hermanos, que ciertamente es obvio se han distanciado.
En esa reunión inesperada, Guediguián desgrana su discurso humanista, desde la izquierda en la que él se sitúa, sin subrayados y sin trazos gruesos, lamentando lo que se ha perdido o aquello a lo que nunca se llegó, pero al mismo tiempo, sin renunciar un ápice vez a su idealismo.

Escuchamos a Robert Guediguian en el coloquio contarnos lo que le hemos oído en diversas entrevistas incluida la que dio a Días de Cine, qué fue el atentado del Bataclan de París, ocurrido muy cerca de donde tiene sus oficinas, lo que le empujo a hacer esta película, al constatar como un atentado terrorista tan cruel convertía en blancos fáciles a los inmigrantes.

En medio de esa crisis familiar lo que nos presenta Guediguian es otra crisis mucho más grande, qué es la de los inmigrantes ilegales que llegan a las costas de ese mundo tan civilizado que llamamos Europa, y en el cual nos sentimos, ahora por lo menos, muy seguros. Al encontrarse con unos niños escondidos en el bosque, los hermanos no dudan un segundo en ayudarles, clandestinamente por supuesto, dado que en este mundo civilizado en el que vivimos, dar socorro a un inmigrante ilegal nos convierte en sujetos fuera de la ley.
Dado lo fácil que es hacer demagogia con temas sentimentales, puedo dar fe de que la demagogia no figura en el relato que Robert Guediguian nos ofrece, y si la emoción. Nos contaba Guediguian también en ese coloquio inolvidable, qué puede que la Ley tenga una preeminencia en un estado de derecho, pero que la moral es algo de orden superior. Y esto, que entiendo que es algo que puede ser el recurso fácil para algunos justificar cosas injustificables, es algo que yo entiendo como algo moralmente cierto.

«La casa junto al mar» es una película emocionante y emotiva llena de calor humano, hecha por buenas personas para que las buenas personas y para que las que aspiren a serlo puedan sentirse reconfortadas.

En mi casa, a 23 de marzo de 2018
@Gerardo_DDC
(Continuará…)
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LA RAZÓN DE LA RAZÓN: Una razón brillante

Creo que en francés «Le brio», que es como se llama en original UNA RAZÓN BRILLANTE, significa algo así como «La brillantez» y brillante es esta película protagonizada por un Daniel Auteuil, a quien hemos visto más delgado y más lacónico, y una deslumbrante Camélia Jordana, a quien no tengo el gusto de conocer de nada más, lo cual no debe sorprender, dado que ha ganado este año el Cesar a mejor actriz revelación por, precisamente, este trabajo.

Se empeña la publicidad de la película dirigida por Yvan Attal, que es una especie de INTOCABLE con protagonista femenina. Y yo, francamente, no lo veo por ningún lado.

Tambien he percibido por ahí algunos recelos basándose supuestamente en la tradición de un tipo de comedia francesa burda, o bufa, o nonsense. O sea, de esas comeedias que arrasan en el pais vecino y que aquí no nos hacen maldita gracia.

Pero debo decir que UNA RAZÓN BRILLANTE, es un titulo español razonablemente bueno, si se me permite el juego de palabras, habida cuenta que juega con los términos e ideas de la razón y la brillantez.

En realidad, más que a INTOCABLE, a quien hay que tener en mente es a George Bernard Shaw y a su Pigmalión, y claro, sus versiones cinematográficas, tanto la adaptación canónica de Anthony Asquith, como la musical de George Cuckor conocida como My Fair Lady.

Eso por no hablar de Wiplash. O sea, que en realidad lo que nos cuenta la batalla entre un profesor y una alumna. En este caso, el profesor de derecho Pierre Mazard, un tipo tan brillante como impresentable, cargado de sus razones, y devoto practicante de la ortodoxia de lo políticamente incorrecto, y Neïla Salah una alumna, de origen magrebí y de clase baja, a quien, por circunstancias que prefiero dejar que averigüéis si decidís ir a verla, ha de preparar para un concurso de oratoria, que permitirá lavar la imagen del impertinente profesor y de la universidad en la que imparte sus conocimientos.

Y quien está detrás de las razones del profesor Mazard es, nada menos que Arthur Schopenhahuer, quien nos enseñaba en su libro «El arte de tener razón» que lo importante no es la verdad, sino tener razón. Puede parecer lo mismo, pero no es lo mismo. El enfrentamiento dialéctico entre alumna y profesor es de altura, y aunque vivimos tiempos en los que morderse la lengua parece el recurso útil ante la mirada hosca de los guardianes de las buenas maneras, la película nos dice que decir la verdad es el mejor camino para que las cosas sean mejores. Lo demás son paños calientes.

Pero claro, el Profesor Mazard, Daniel Auteuil tiene una lengua muy afilada, y la alumna se siente todo lo acorralada que cree que debe sentirse según los cánones que tratan de imponernos una visión reduccionista del mundo en que vivimos. En realidad, Lo que le dice el profesor a la alumna es lo mejor que se le puede decir. Y la verdades que duelen son las que sirven para mejorar. El adocenamiento no lleva a ningún lado.

Podría decir con trazo grueso, que UNA RAZÓN BRILLANTE es una reivindicación de lo políticamente incorrecto, de no ser porque no es así. Orwell decía aquello de «en tiempos de mentira universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario». Aunque en la película se diga que lo importante es tener razón y no la verdad, lo cierto es que es a través de la razón que se alcanza la verdad, y viceversa.

Una película de esas que te hacen pensar en como estamos afrontando en nuestra sociedad muchas cosas que vivimos a diario. Si además están Schopenhauer en su lado más destroyer, puesto en boca de un actorazo como Daniel Auteuil, yo lo compro.

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En Madrid, Torrespaña, a 23 de marzo de 2018.

@Gerardo_DDC

(To be continued)

Ready Player One. Spielberg… de nuevo

Más habitualmente de lo que quisiera echo de menos escribir desatado, o sea, sin restricciones de tiempo, sobre las películas.

El trabajo en televisión es fascinante, pero muy restrictivo también. El tiempo es oro, y apenas escribes un texto de 4 minutos leído y aquello se convierte en una cosa de 8 minutos. De modo que voy a intentar disciplinarme y desatarme por aquí.
Veo muchas películas, pero si he de ser sincero, hace años venia muchísimas más, y no había ni VOD ni DVD ni cosas de estas. También hace años esquiaba donde y como fuera, lloviendo, nevando, diluviando, a 20 bajo cero… Con el tiempo ya no vale todo. Ahora me gusta esquiar con sol y buena nieve. Para disfrutar, básicamente, si no, no merece la pena. Con la bicicleta lo mismo. He montado con 10 bajo cero, diluviando, o nevando. Me he calado hasta los huesos y no he sentido los pies y manos del frio. He andado por barro, por nieve y por hielo.
Y también a 40 grados. Ya no vale cualquier cosa. No merece la pena. Con el cine pasa lo mismo, por más que ahora veo y tengo que ver películas que no vería por gusto. A pesar de todo, me gusta pensar que puedo mantener el espíritu del aficionado enamorado del cine antes que el de alguien a quien pagan por hablar de las películas. Si solo fuera lo segundo, creo que no merecería la pena, y además es el camino más directo hacia el cinismo y la impostura.

Como no tengo restricciones aquí, me pregunto si me estoy andando por las ramas, y estoy aburriendo al personal. ¿A quién le importan esas batallitas? Tenéis razón: voy al grano, todo esto viene a cuento por haber quedado abrumado y conmocionado tras ver READY PLAYER ONE, la nueva película de Steven Spielberg. Si The Post me parece una de las mejores películas que he visto en el último año, pero también en los últimos años (y también otras de Spielberg), me pregunto cómo ha sido capaz de hacer esta película casi (puedo suponer) al mismo tiempo.
No he leído el libro que ha dado lugar al guión, y por consiguiente a esta película fascinante como pocas. No soy tan cool. No leo actualmente la cantidad que leía en su día (en mis días) y entre mis previsiones no figura el libro de Ernst Cline. Pero antes de la película, en un pase especial para privilegiados como yo (aunque algunos no se dan cuenta), nos pusieron una intro en la que el buen señor nos decía desde la pantalla a los presentes, que su vida no hubiera sido la misma sin Steven Spielberg, y que quiso escribir un libro donde toda esa herencia emocional quedara reflejada. Como no he leído el libro, no puedo decir que hay y que no hay de él en la película, pero, francamente, como diría Rhett Butler, I don´t give a damn, o lo que es lo mismo: me importa un bledo.

Me importa poco porque lo pasé estupendamente en las 2 horas y 20 minutos que dura READY PLAYER ONE. Desde que la vi no he podido dejar de pensar en la película. Y desde luego la voy a volver a ver algunas veces más. Creo que desde EL SUBMARINO AMARILLO no había visto una película que fuera un homenaje tan abrumador a la cultura pop. Como ha pasado medio siglo desde el cartoon de Los Beatles, y el punto de partida es distinto, el resultado no es el mismo, pero es igualmente brillante y efectivo. Y por hacer un spoiler emocional, ambas películas comparten un homenaje. Dicho eso, solo queda decir que ambas suponen un antes y un después.

Sigo con READY PLAYER ONE. Voy a tratar de contar de que va sin desvelar nada que irrite a quienes no la hayan visto y ansíen verla limpios de inputs ajenos. En un mundo asqueroso, en el año 2045, la gente normal, o sea, nosotros, viven una basura de vida, hacinados en bloques, un eufemismo urbanístico y social. Esa gente normal cuya vida es igualmente una basura, tiene una única vía de escape: Oasis. Un universo tan perfecto como infinito de realidad virtual, sin duda mucho mejor que el real, creado por James Donovan Halliday, un visionario enamorado de la cultura pop de los años 80, por centrarlo de forma genérica. Excelente, por cierto, de nuevo, ese actor que parece huir de cualquier cosa que le identifique como una estrella: Mark Rylance.

Cierto. Matrix nos viene a la cabeza de inmediato, pero si en esta estar en Matrix no era algo que elegíamos, en READY PLAYER ONE, lo eliges voluntariamente. A fin de cuentas, la elección está clara. SI tienes que pasar un día tras otro en ese mundo, más vale divertirse y evadirse.
Bajo esa premisa, entrar y salir de ese Oasis /Matrix, todo un universo de referencias a videojuegos, a películas, y a músicas. Si en el cine siempre ha sido algo relativamente habitual hacer guiños a otras películas, READY PLAYER ONE es el guiño de los guiños. Y también, probablemente, un autoguiño. Pero la diferencia con otras películas previas es que los guiños (los homenajes, las referencias) no son un fin en si mismo, sino un medio. La referencia forma parte de la trama, tejiendo una red tupida de ellas que se retroalimentan y nos bombardean para fascinarnos. No me cansan en ningún momento, y si algo me perturba es pensar si me he perdido algo por mi propia ignorancia de esa cultura pop de los 80 (y más allá) que alimenta la película.

Creo además, que READY PLAYER ONE tiene el mayor homenaje de la historia del cine de una película a otra película (y a su director) que es (perdón) EL RESPLANDOR. No entro en detalles. Pero ver desfilar por la pantalla, siendo parte de la historia, al Delorean de Regreso al Futuro, o al TRex de Parque Jurásico, pero también a Bitelchús (Beetlejuice, perdón) o la evocación disco de Fiebre del sábado noche (entre otras decenas y decenas) es, sencillamente, GLORIOSA.
Y todo ello en una película que tiene introducción, nudo y desenlace, como toda historia que se precie, que en realidad no deja de ser un juguete gigante en manos de un niño de más de 70 años que es un genio, y que es un homenaje de Spielberg a todo un universo que le debe mucho a él, pero en el que él mismo decide esconderse tras otros iconos. Pienso que en realidad READY PLAYE ONE es una versión 5.0 de Los Goonies: una panda de chavales viviendo una aventura extraordinaria.

Podría seguir detallando guiños, metaguiños y guiños sobre guiños, pero mejor descubrirlos por uno mismo. Es una película de Steven Spielberg, de las mejores, y su reencuentro con el cine de “evasión”, pero al mismo tiempo de autor (a ver quién es capaz de igualarle) . Todo su universo está ahí. Un chaval con una situación familiar complicada. Un grupo de amigos que unen sus esfuerzos por una causa mayor. Los buenos, y los malos, claro, que haberlos haylos. Básicamente la codicia y el no tener corazón en un mundo en el que el dinero lo quiere ser todo, y en el que la tentación de huir de la realidad es aún más perentoria de la que aquí y ahora sentimos muchas veces.

Spielberg ha demostrado en los últimos tiempos (ya unos cuantos años de hecho) ser un humanista y un moralista, en el mejor sentido de la palabra. No se trata de decirnos en plan Pepito Grillo lo que está bien y lo que está mal, pero si de enseñarnos que hay cosas que están bien y otras que están mal, ya sea publicar la verdad en contra de los intereses de un Gobierno, o hacer de este mundo un lugar mejor, aunque sea a través de los recursos mágicos que nos ofrece un universo de realidad virtual.

Ah, por cierto, la moto de Akira también está en esta película. Y el Gigante de Hierro. Y el Cubo de Zemekis, y el Batmovil de la serie de TV… Y estupendos esos dos protagonistas, Tye Sheridan, a quien vimos en la excelente “Mud” y Olivia Cooke, a quien vimos en la igualmente excelente “Me & earl & The Dying Girl”.

He dicho.
En Torrespaña, Madrid a 22 de Marzo de 2018.
(To be continued)
@Gerardo_DDC

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