Mis personitas

Se que habrá gente que piense que llorar la pérdida de un gato, o de un perro, es exagerado. Supongo que jamás ha mirado a los ojos a uno de estos animales, o personitas, como yo les llamo, mientras les hablaban, como yo hago, en modo Doctor Doolittle. En realidad, me da igual lo que piensen porque lo que yo pienso es que si piensan así, eso que se pierden. Que vida más triste la vivida sin saber lo que es querer a una personita y que esa personita te quiera
Os voy a contar la historia de mis personitas.

Siempre he querido a los animales, esos seres que comparten este mundo con nosotros, los humanos, la especie más invasiva y tóxica que puebla la tierra. Pero no tuve perro hasta que nos cambiamos a una casa individual, hace 14 años. Primero fue Foxy, adoptada de La Madrileña, una perrita preciosa, cariñosa, juguetona, zalameras, un poco trasto, tragona y mil cosas maravillosas más. Foxy murió de forma repentina, de un día para otro. En menos de 24 horas pasó de estar bien a morir por una hemorragia interna fruto de un cáncer de hígado. Murió sin sufrir, entre nosotros, en casa.

Poco tiempo después de adoptar a Foxy adoptamos a Golfo, un perro precioso, a quien unos canallas, borrachos, humanos, ¿como yo?, le habían dado una paliza. Por divertirse, los muy cobardes. Golfo estuvo mucho tiempo con traumas, si le tocabas, acariciándole, en la parte de atrás, saltaba y trataba de morderte. Golfo era un locatis, atolondrado, y tragón. Con el tiempo se le pasó pero durante mucho tiempo también se ponía muy nervioso cuando iba en coche y parabas. Supongo que algún canalla le abandonó. Golfo y Foxy hicieron muy buena migas. Golfo sobrevivió a Foxy, que murió con apenas 7 años. Golfo, que era igualmente precioso y muy cariñoso se quedó sordo primero, y luego ciego, y murió con 10 años apenas y lo pasó muy mal los últimos meses, desorientado primero, y luego ya con dolores que se suponía eran de algún cáncer que no tuvo solución.

Cuando murió Foxy quedamos en shock. ¿Cómo era posible que esa perrita dulce que el domingo a medio día estuviera jugando y pidiendo comida por la tarde vomitara sangre, amaneciera el lunes en un charco de sangre y muriera esa misma noche?

Unos dos meses después adoptamos a Dora. Una perrita dulce y buena que, nos dijeron, llevaba 5 años en un refugio sin que nadie se interesara por ella. Una personita tan buena como ella necesitaba unas personas que la cuidasen. Y hasta hoy. Me sigue por todas partes y ahora mismo la tengo al lado mientras escribo esto a bocajarro (Darcy también está aquí al lado) Dora es más buena que el pan, aunque le gusta (y a mi no me gusta) ponerse macarra cuando se cruza con otros perros. Cosas de personitas con sentido territorial. Lo primero que hizo Dora al llegar a casa tras un largo viaje desde Andalucía fue cagarse. Literalmente, se cagó en medio del salón. Pobrecita. Sería para marcar. A Dora le gustan mucho también las tortas de Inés Rosales (como a Rey) y que le corte melón, que devora, peras, manzanas, y por supuesto, jamón, que de tonta no tiene ni un pelo. Dora es más buena que el pan, y también me pongo a soltarle el rollo hablándola y explicándole cosas en modo mansplaining, y ella me mira diciéndome que me entiende. No puedo explicarme como una personita tan maravillosa estuvo 5 años en un refugio sin que nadie quisiera adoptarla.

Foxy llegó a conocer a Ulises ( y a Rey), nuestro prime gato que, siendo apenas un cachorrito, pidió ayuda en la calle a mi mujer y a mi hija. Ulises estaba muy mal. Tenía leucemia felina y estuvo en tratamiento bastante tiempo. Y de repente, se le quitó. Ulises es un gato precioso (que novedad) muy bueno y cariñoso, que no quita para que el día que llegó a casa le diese un zarpazo a Foxy que, curiosa, se acercó a olisquear a aquel animalito asustado.

Rey llegó el 28 de diciembre de 2019 y como en los cuentos, se me apareció un ser increíble. Había yo ido a sacar la basura después de comer y hacía un sol tibi o propio de esas fechas. De repente, al volver a casa (los contenedores estaban entonces como a 800 metros de casa) me sale de un bosquecillo muy espeso un gatito cachorro naranja que se me enredaba entre mis piernas. Yo le cogí, y se fue, pero volvió y le volvía a coger, y ya no se fue. Ese era Rey, desde el primer día el Rey del Mambo, Rey Ezuelo, como yo le llamaba por la forma en la que muy dulcemente nos sojuzgaba. EN realidad le iba a haber llamado Jonesy, com el gato de la Nostromo en Alien, pero acabó con Rey porque ese día se cumplian 3 años de la muerte de Debbie Reynolds. Simpático hasta decir basta, cariñoso, curioso, trasto hasta el infinito y más allá, tragón de las cosas que tu comías, que de las suyas no tanto, curioso hasta donde no se puede nadie imaginar. Mi amigo, mi ayudante, a quien yo hablaba (les hablo a todos) y él me escuchaba, que yo lo se, que compartía conmigo todos los momentos imaginables, escribir, editar en Avid, ver películas, en fin, todo. Le gustaba que le diera pan, por supuesto jamón, y le gustaban mucho las galletas y las tortas de aceite Inés Rosales. Era oír que cogía una y quitaba el papel y venía corriendo maullando para que le diera un trocito. Luego tenía que comérmela a escondidas para que no me pidiera más. Rey era asiduo a meterse en medio de los zoom y cualquier videoconferencia durante la pandemia. Rey era un crack con una energía deslumbrante. Una vez me dejé la ventana de la buhardilla abierta por la noche y se fue por ahí. Apareció en la puerta de casa maullando a eso de las 6 de la mañana y al abrirle sorprendidos entró corriendo en casa, pero cojeando. Había saltado y se había roto un metacarpio de la patita derecha. Estuvo un mes largo sufriendo una férula que se quitaba una y otra vez y encerrado en una jaula grande que comprarmos para la ocasión. Pero se curó. Y de repente, un bichito con tanta energía, murió de repente, de muerte súbita. El pasado viernes estaba tan bien como siempre, y el sábado amaneció muerto, menudo shock. Rey es el protagonista de mi Rey Ezuelo Films.

Pero vuelvo atrás. Desde 2019 veíamos de forma recurrente en el campo, bastante lejos de la urbanización, a un gatito blanco que empezó a venir a casa a comer la comida que le poníamos. Muchos días también se quedaba a dormir en los sitios que le habíamos preparado. Invierno y verano, y en mi casa en invierno hace mucho mucho frio. Cuando comía le mirábamos por la ventana y le hacía fotos, o videos, que empecé a poner en Twitter o Instagram (esto que puede ser irrelevante, tiene su importancia probatoria). Pasaba el tiempo y Bowie, pues así le llamábamos por tener un ojo de cada color, seguía siendo muy esquivo. Cada vez que salíamos si estaba comiendo, salía corriendo. No había forma de acercarse. Lejos de casa en medio del campo también lo intente alguna vez y no había manera. Cuando Filomena desapareció, y pensábamos que habría muerto. Pero pasada una semana volvió a aparecer (hay post míos en twitter que lo atestiguan) y nos pusimos muy contentos. Pero aún tuvo que pasar otro año ara que un 5 de mayo se obrase el milagro. No se fue cuando mi mujer salió y él estaba comiendo, y entró el solo en casa. Sucio, muy delgado, le llevamos al veterinario. Tenia un chip sin registrar. No había carteles ni denuncias de desaparición. No estaba registrado en el RIAC. Estuvimos una semana esperando por si, a pesar de todo lo que sabíamos de cómo vivía, tenía algún dueño. Esperamos una semana a pesar de que la ley establece un plazo de 72 horas desde que encuentras un animal sin registrar para poderlo registrar a tu nombre. Tener un animal y no tenerlo registrado es un delito, por cierto. En el veterinario le desparasitaron y a la semana le adoptamos legalmente registrándole en el RIAC. Desde entonces nos hemos gastado en el veterinario de Bowie unos 2400 €. Tiene asma, tose y vomita periódicamente, probablemente por haber vivido en la intemperie, por lo que hay que darle aerosoles, como a algunas personas. Bowie se acostumbró muy pronto a tener su camita y su comida dentro de casa con Ulises y Rey (aunque Rey y él a veces se peleaban). Pasado un año y medio, el 14 de septiembre de 2023, voy paseando con Dora por el campo y veo a unos vecinos, Linda y Javi, que paseaban con sus perritos siempre y con sus gatos sueltos que a mi me fascinaba,  al ver que estaba con ellos otro gatito que llevaba un tiempo merodeando con la cola herida, y al que también le poníamos comida en casa, les comento la historia de Bowie y me dicen que ese gato era de otros vecinos y que si me importaba que les diera mi teléfono para saber que el gato estaba bien.  Y yo, como no tengo nada que ocultar les digo que por supuesto. Aquello dio lugar aun episodio propio de una película de mafiosos (podría dar detalles y lo entenderíais) y a ser demandados por robo de un gato que no estaba registrado, que no estaba vacunado, que vivía en la calle y que llevaba años comiendo en mi casa. Aún estamos en ello, y yo estoy deseando que haya juicio para poder llamar mentirosos a la cara a esta gente. Y a algún miserable cómplice. Todo se andará. Esa gente, pero no gente en el sentido que usaba esa palabra Dersu, acreditó un gasto en veterinario durante los supuestos 6 años que “le tenían” de 30 €.

Y ahora voy con Darcy, Darsita, la niña, la pequeña, la negrita, la gordita (como como una lima a pesar de que le racionamos la comida). Darcy es tímida y asustadiza. Y preciosa por supuesto. A Darcy la adoptados cuando tenía unos pocos meses y ahora mismo la tengo a mi lado tumbada bajo un rayo de sol que la calienta. Darcy es un amor. Darcy es guapísima. Tiene unos ojos que parecen de dibujo animado. Cuando Darcy vino a casa, Ulises se cogió una depresión enorme. Dejó de comer, de beber y ni se movía. Tuvimos que llevarle al hospital y nos dijeron que si no comía en un par de días se moría. Le llevamos a casa y le dimos de comer con jeringa. Obligado. pero a los dos días se había recuperado. Pobrecito Ulises, es muy sensible.

Pues esa es la historia de mis personitas. Me acuerdo absolutamente todos los días de los que ya no están. De Foxy, cuando voy con Dora por donde iba con ella, haciéndome jugar con ella en el jardín o en casa con una pelota y dándome con el hocico para que le diera comida (hasta el último día de su vida). De Golfo que siempre quería comerse la comida de los gatos y que era un animalito herido más bueno que el pan. Y de Rey, que me ha hecho muy feliz con sus trastadas y su mirada con esos ojitos de miel. Yo le llamaba churrito, porque, además, le gustaban los churros.

Mientras yo tenga fuerzas y sitio en mi casa viviré rodeado de personitas como estas. Porque yo, como decía la canción de Roberto Carlos, “quisiera ser civilizado como los animales”. Y una cosa os aseguro: Bowie vivirá cuidado por nosotros. Me cueste lo que me cueste.

¿Apuntes, recuerdos o fantasías?

Hace unos años que me rondaba por la cabeza una idea loca. Loca porque es de locos pensar en escribir unas memorias por parte de alguien que no es nadie. Y ese soy yo. Una especie de apuntes, recuerdos y fantasías, que es como se titularon aquí las memorias de Federico Fellini en su día.

Y, sin embargo, contaba cosas de mi vida aquí y allá, a este y a aquella, y la gente me decía «eso tienes que contarlo algún día». Y yo pensaba, pues vaya tontería. Pero entre que la gente me decía eso, y que yo empecé a ver señales inequívocas de que en mi vida había demasiadas casualidades que unían mi propia vida con el cine, que no podían ser casualidades, siéndolo sin ninguna duda, hace ahora más o menos un año, me decidí a poner orden en esos recuerdos, sin olvidar que, como decía Kurosawa, «he olvidado quien dijo que la creación es memoria». Empecé a trasladar lo que salía de mis recuerdos a la pantalla (ya no se puede decir al papel) pensando que, con suerte, lo mismo salían 30 o 40 páginas. Un año después, ya terminadas y con la publicación en el horizonte, debo decir que me salieron bastantes más.

El otro día me echaba un cálculo mi hijo, ingeniero informático, nada dado a datar nada de forma fantasiosa, y llegaba a la conclusión de que había visto, desde que empecé a ver películas de forma oficial, o sea, desde que empecé a estudiar la carrera de Ciencias de la Información Visual y Auditiva (lo que ahora sería Comunicación Audiovisual) y lo evaluaba en unas 14.000 películas. Si a ello sumamos las que vi, de aluvión, desde que recuerdo, con 5 o 6 años, hasta ese momento oficial, la cifra aumenta, y además me acuerdo de muchas de esas que veía de niño. Para bien o para mal tengo una memoria insultante. Si tengo en mi casa unas 13.000 películas contabilizadas en formato físico (las series las tengo contabilizadas como una unidad), y viera una al día, me llevaría algo más de 35 años. Hasta yo me mareo.

Me puse, pero no dejaba de pensar que estaba escribiendo chorradas que no interesarían a nadie. A fin de cuentas, cuando yo leo memorias de cine son las de gente importante. Y sin embargo hice sondeos con algunas personas muy variadas, no necesariamente cinéfilas, y nadie escogió el modelo Bartleby y me dijo «preferiría no hacerlo», sino que muy amablemente leyeron lo que les mande, y para mi sorpresa me dijeron que eran muy divertidas y que se habían sentido muy identificadas. Para colmo me atreví a pedirle a una persona a la que admiro, alguien a quien conocéis de sobra, si me escribiría un prólogo y me dijo que sí. Yo estaba aterrorizado, e incluso le ofrecí a esa persona generosa retirarse si le parecía un despropósito, pero resultó que no se lo pareció. Y en esas estamos, viendo gazapos donde no podía ni imaginar después de repasar varias veces

Una cosa os voy a preguntar: ¿de verdad creéis que hay, ha habido o habrá, algún niño que con 8 años salga en una fotografía luciendo un fotómetro colgando del cuello? No es probable, ¿verdad? Bueno, pues yo soy ese niño que con 8 años lucía un fotómetro colgado del cuello. De esos polvos estos lodos.

Continuará.

A propósito de Jeanne Dielman

Llevaba ya un tiempo queriendo escribir algo al respecto de esa sorprendente votación del British Film Institute a través de su revista Sight and Sound. Si, esa que ha encumbrado como “mejor película de la historia del cine” a la película de Chantal Akerman “Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles”.


Mi primera reacción fue de estupor, por supuesto, no lo voy a negar. Hacía muchos años que había visto la película, y sin parecerme en absoluto una mala película, me parecía, y me parece a fecha de hoy, tras haberla vuelto a ver, un despropósito a medio camino entre la boutade y el infantilismo más ignorante.
Debo decir que hace mucho, mucho, mucho tiempo, dejé de creer en esto de las listas, porque me parece de un reduccionismo absurdo a poco que sepas de la materia que trata la lista en cuestión.
Por despejar dudas, me parece que es imposible establecer cuál es “la mejor película de la historia del cine”, como cuál es el mejor libro de la historia de la literatura, etcétera etcétera etcétera. Aunque por supuesto yo tenga mis películas favoritas de toda la vida. ¿De verdad “Amanecer” de Murnau es “peor” que “Jeanne Dielman…”? Pero ya digo que hace mucho tiempo dejé de hacer listas a pesar de que de cuando en cuando me piden mi lista y yo ingenuamente caigo en el error de mandar mi lista. En la última, las dos primeras eran “Luces de la ciudad” de Chaplin, y la mencionada “Amanecer” de Murnau. Incontestables ambas.


Pero aunque es imposible decir categóricamente cuál es la mejor película de la historia del cine, creo que se puede decir con más facilidad que una película en particular no es en absoluto la mejor película de la historia del cine. He vuelto a ver “Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles” para aclararme las ideas y puedo decir categóricamente, y con argumentos, que decir que esta película es la mejor de la historia del cine, por mucha gente que haya votado, es un despropósito de dimensiones cósmicas que nos retrata como la sociedad papanatas en la que nos hemos convertido.


Otro asunto que me enerva sobre esta controversia es que por un lado hay un grupo de papanatas que desacredita la elección de “Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles” simplemente por ser una película de una mujer; de igual modo que otro grupo de papanatas la defiende exclusivamente por ser dirigida por una mujer.


Si tiramos de matemáticas, pura y simplemente, y teniendo en cuenta que el porcentaje de mujeres que han dirigido cine en los más de 125 años de historia es muy inferior al de los hombres, debemos establecer que por pura estadística o cálculo de probabilidades las posibilidades de que una película dirigida por una mujer sea la mejor película de la historia del cine son muy pequeñas, aunque entonces recuerdo esos goles imposibles que en las repeticiones televisivas, con no sé qué software o algoritmo, dicen el porcentaje de probabilidades que tenía de entrar en la portería, y entonces pienso que una posibilidad entre un millón sigue siendo una posibilidad entre un millón.
Hay quien me ha preguntado qué porque “Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles” no podía ser la mejor película de la historia del cine, a lo cual yo podría contestar con ese razonamiento matemático que podría contentarme racionalmente. En cualquier caso, no es quién manifiesta no creer que Dios exista (o sea, yo) quien ha de demostrar su no existencia, sino, precisamente, quién afirma su existencia quién ha de demostrarlo.


Pero sucede que, sencillamente, y siendo una película excelente, no puedo admitir una boutade del calibre de lo establecido por Sight and Sound (en tiempos una revista de prestigio) de ninguna manera. Pero, a diferencia de los que despotrican por ser una película dirigida por una mujer, intentaré dar argumentos que espero que desmonten los argumentos igualmente fanáticos de quienes la defienden única y exclusivamente por ser la película de una mujer.


Entiendo la necesidad de referentes. Sé que el cine es un poderosísimo constructor de referentes, y sé que es una necesidad casi patológica de las personas pensar que el patrón según el cual vemos y entendemos el mundo es el patrón correcto de entender y ver el mundo.

Puedo entender por tanto que para muchas mujeres sea algo emocionante ver situada como la mejor película de la historia del cine una película dirigida por una mujer que además habla de una mujer y de los problemas de una mujer, o de muchas, y que puede ser universal. Pero yo siempre he pensado que el cine es un arte, y que los titulares se quedan para los periódicos. Y como creo que el cine es un arte, yo en el cine me tengo que creer las cosas qué me cuentan las películas, por muy de acuerdo que esté con aquello que me estén contando, porque puede suceder que algo con lo que estoy totalmente de acuerdo y a favor me resulte absolutamente increíble, y algo en lo que puedo no estar de acuerdo o simplemente ser algo irreal sea absolutamente creíble. ¿No me identifico poderosamente con el inspector Tibbs, Sidney Poitier, en “En el calor de la noche”? Eso es el cine. No me identifico con quienes son, supuestamente como yo, blancos, sino con el que lo tiene más crudo, el héroe. ¿Trampa? No: CINE.


“Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles” dura 3 horas y 15 minutos, y durante ese tiempo no se nos escamotean en ningún momento todos esos tiempos suspendidos que, si empleamos el tiempo cinematográfico de forma cinematográfica, podrían tener sentido. Que no se me malinterprete, porque entiendo perfectamente el objeto de usar esa morosidad en esta película por parte de Chantal Akerman. Se trata de dar idea de la absolutamente mortecina rutina diaria de la protagonista (estupenda Delphine Seyring, por cierto), de igual modo que entiendo perfectamente su renuncia a mover la cámara y a emplear música e incluso renunciar a diálogos de forma casi patológica. Son renuncias a “lo cinematográfico”, aunque he de reconocer que la opción escogida para contar su historia es igualmente cinematográfica, pero que, a mi modo de ver, lastra la historia de una forma que podríamos considerar inaceptable para la paciencia del espectador. Pero también he de reconocer que una película de dos horas en plano secuencia puede ser igualmente poco o nada, o muy cinematográfica, y es una elección de estilo. A mí en particular me gustan las películas que saben utilizar todos los recursos del lenguaje cinematográfico y en “Jeanne Dielman….” echo en falta en particular un uso sabio de la elipsis, que es uno de los recursos más generosos y sabios por parte de quienes están al mando de una película, hacia su historia y hacia los destinatarios de la misma, que son, somos, nosotros: los espectadores. Alguien podría recordarme, buscando mis contradicciones, el plano de 5 minutos de «Lawrence de Arabia» en el que vemos venir desde el infinito en tiempo real a un misterioso jinete (que resultará ser Omar Sharif). Y yo les diría que no hay que abusar del tiempo real, salvo que seas David Lean y no decidas hacer toda tu película así.


Las elipsis brillan por su ausencia en “Jeanne Dielman….” cuando las está pidiendo a gritos. Los diálogos brillan por su ausencia de una forma tan forzada que podrían recordarnos a la falta de diálogos en los westerns espaguetis o en, por ejemplo “El samurái” de Jean Pierre Melville, por poner dos ejemplos muy alejados de “Jeanne Dielman….”


Las renuncias igualmente a mover la cámara o acortar el plano me parecen igualmente elecciones de estilo, pero para mi gusto muy desfavorecedoras para la historia qué cuenta.
Dicho todo lo anterior, no sé si “Vértigo” o “Ciudadano Kane” podrían ser las mejores películas de la historia del cine. Sinceramente no lo creo, por más que una, “Vértigo”, me guste mucho más que la otra, que es “Ciudadano Kane”, (Son dos ejemplos típicos tan solo) y por más que ambas usen el lenguaje cinematográfico de una forma mucho más sofisticada y sugerente de cómo lo emplea Chantal Akerman en “Jeanne Dielman….”.


Supongo que es una simple cuestión de gustos a fin de cuentas. Pero, por favor, si queremos reivindicar el buen hacer y el talento de una mujer, reconozcámoslo cuando se cumplen los requisitos y no por el mero hecho de ser mujer. Y en el otro lado, si solo tenemos como argumento en contra el hecho de que “Jeanne Dielman….” fue dirigida por una brillante mujer pues vamos apañados.
Siendo Chantal Akerman una mujer inteligente, a menudo me pregunto que pensaría de esta historia.

Evocando lo que una vez dijo una gran mujer y estupenda escritora, Lillian Hellman, «No puedo recortar mi conciencia para que encaje en el molde de estos años». El molde se va estrechando más y más, y todo empieza a tener un aire sutilmente orwelliano. De momento.

En Bruxelles , 23 quai du Commerce.
@GerardoQuietMan

Los Oscar, aquí y allá (un año más)

Los Oscar. Un año más, ¿quién ganará o perderá? ¿habrá algún happening en modo bofetón como el pasado año? En fin, esas cosas de las que llevamos hablando desde la primera edición de los Oscar, aquella en la que no ganó “Amanecer” y si “Alas”, y en la que Charles Chaplin recibió un Oscar especial por “actuar, escribir, dirigir y “producir” “El Circo”. Chaplin, ya se sabe, nunca ganaría un Oscar “Oficial” y tendría que esperar a 1973 para recibir el honorífico con una ovación de más de 8 minutos, la más larga de la historia de los Oscar. Este es un ejemplo de lo que pasa en esos premios que tanto dan que hablar desde hace tanto. ¿Será este año un año más? A mí me duele enormemente no ver en las candidaturas a mejor película esa monumental película que es “Babylon”, todo un homenaje al cine de Hollywod de aquellos años en el umbral del sonoro, pero muy cruda, quizás, aunque todos sepamos, del “caso Arbuckle” y hayamos leído “Hollywood Babilonia” de Kenneth Anger, donde se contaban bacanales, perversiones, y cotilleos de aquellos años locos y de los que vendrían después. Y aunque cada uno tenemos nuestros gustos, lo cierto es que en los últimos años me duele ver películas aspirando a premios sin ningún merecimiento. Pero ¡que tontería, si esto ha pasado siempre!. Cierto es que, en 19288, en la primera ceremonia, tanto “Alas” como “Amanecer” eran grandes películas, solo que la de Murnau era, y es, una de las más grandes películas de la historia del cine.

Aún me pregunto cómo pudo ganar en 2021 el Oscar a mejor guion “Una joven prometedora”. Un guion que no aprobaría en primero de guion, pero que contaba lo que queremos escuchar o ver, que encaje en la realidad que estamos construyendo. Pero el cine no está para contarnos lo que queremos que nos cuenten, sino para contarnos lo que sea y hacerlo bien.

Este año me pasa eso con “Ellas hablan” de Sarah Polley, una película que no me puedo creer por cómo me lo cuenta la, por otro lado, excelente, directora, por más que lo que me cuenta sea algo que cuenta con todas mis simpatías. Pero para mí el cine no es “lo que se cuenta”, sino, “como se cuenta”, y parafraseando a Lilian Hellman, “”no puedo recortar mi conciencia para que encaje en el molde de estos años”.

Tampoco acaban de convencerme ni “Almas en pena en Inisherin” ni “Tár”, ambas dirigidas por dos tipos que me gustan mucho, Martin McDonagh y Todd Field. Y ambas con maravillosos intérpretes, Colin Farrell y Brendan Gleeson la primera, y la maravillosa Cate Blanchett la segunda. Pero en la primera me sobra un exceso de metáfora de la guerra civil irlandesa. Ya me queda claro desde el comienzo. Y echo en falta las Banshees en el título, porque en la película están. Y en “Tár” me parece que, para una película de 2 horas y 45 minutos, hay muchos huecos de guion. O dicho de otra forma, siento que el guionista no ha hecho su trabajo y quiere que lo haga yo bajo el supuesto de considerarme un espectador inteligente. Y lo soy (creo) pero quiero que el guionista, o sea, Todd Field haga su trabajo. Por otro lado, he oído decir que es una película misógina y otras cosas por mostrar a una mujer con poder, abusando, o ejerciendo mal ese poder ¿De verdad hay alguien tan ingenuo que cree que la mala praxis del poder no puede afectar a una mujer con poder, por más que esa mujer tenga el rostro de Cate Blanchett? Eso sí, la música es de Hildur Guðnadóttir, una compositora fabulosa y no nominada.

Fui a ver las 3 horas y 15 minutos de “Avatar, el sentido del agua”, y no puedo decir que no me gustase, pero sí sé que no voy a ver más de la saga. Ya lo he visto, y la película no me sorprende en ningún momento. Más allá de la taquilla, no sé qué hace de candidata a mejor película. Me pasa un poco lo mismo con “Top Gun Maverick”, con la salvedad de que es mucho más entretenida, al menos para mí, me lo pasé estupendamente. No soy ningún ingenuo, y sé que estas películas salvan la industria. Así se lo dijo Spielberg a Tom Cruise hace poco. Pero optar a mejor película… en fín.

A propósito de Spielberg, “Los Fabelman”, sin ser ni de lejos una de las mejores películas de Spielberg, me parece maravillosa. Nada que ver con “Cinema Paradiso”. Esta es la película que cuenta la pasión de un chaval por querer hacer películas. Su propia historia, claro, la de un niño fascinado por un tren que descarrila y… bueno, la historia de ese chaval enamorado del cine que descubre cosas, de todo tipo, haciéndolas. Y con ese final con David Lynch haciendo de Jon Ford recreando eso que ya había contado Spielberg alguna vez, y que tiene que ver con la línea del horizonte. No digo más, que luego dicen que es un spoiler (los spoilers están demasiado sobrevalorados, por cierto). Parafraseando a Samuel Goldwyn, lo diré en dos palabras: impres cindible.

Dos películas que me gustan mucho son “El triángulo de la tristeza” del sueco Ruben Ostlünd, el director de “Fuerza mayor” y “The Square”; y “Sin novedad en el frente”, película alemana, producida por Netflix, y dirigida por Edward Berger.

Ruben Ostlünd tiene un muy particular sentido del humor y un ojo certero a la hora de diseccionar la estupidez del mundo que llamamos “civilizado”, en el que conviven traficantes de armas, influencers grotescos (como todos los influencers que se precian de serlo), y oligarcas rusos capitalistas junto con capitanes de yates de lujo marxistas y empleados explotados con conciencia de clase que se convierten en el opresor clasista cuando tienen el poder. Un poco como en “Tár”, pero mejor contado, al menos para mí.

“Sin novedad en el frente”, adapta de nuevo la novela de Eric María Remarque que ya fue llevada a la pantalla anteriormente, a destacar aquella maravillosa versión de Lewis Milestone a comienzos del cine sonoro.

Película de guerra brutal, desesperanzadora y sin andarse con rodeos a la hora de poner en imágenes lo que relató Remarque en su novela. La película pone imágenes a la frase del libro que se me quedó grabada en la memoria cuando lo leí con apenas 18 años: “tengo dieciocho años y no conozco de la vida más que el dolor la desesperación y la muerte”.

Y he de confesar que hay dos películas que e tocan de una forma especial, muy distintas, y que a priori a mí no me deberían gustar. Una es “Todo a la vez en todas partes”. Jamás hubiera pensado que iba a enamorarme de esa película enloquecida de multiversos, sí, pero a la vez llena de alma, demostrando que se pueden hacer películas sobre cosas que a priori nadie creería y convertirse en una experiencia inolvidable. Me pongo de rodillas ante Los Daniels, aplausos para sus intérpretes, empezando por Jamie Lee Curtis y siguiendo con la maravillosa Michelle Yeoh y el recuperado para el cine Ke Huy Quan, “Tapón” y “Data” tiempo ha en “Indiana Jones y el Templo maldito” y “Los Goonies. Y por supuesto, agradezco toda esa cantidad de guiños cinéfilos sin desperdicio, aunque estoy seguro de que se me ha pasado más de uno.

La otra película que a priori no debería gustarme, pero que me encanta, es “Elvis”. Yo odio los biopics, y siendo fan de Elvis… mal asunto. Tardé 5 minutos en olvidarme de mis prejuicios y estaba disfrutando enormemente y no dejé de hacerlo hasta el final emocionante.

Porque Elvis no es desde luego un biopic convencional hagiográfico y beatificador, y si lo fuera, sería más bien del supuesto coronel Parker, ese farsante, inmigrante ilegal sin papeles, que secuestró vital y artísticamente a Elvis durante toda su carrera, interpretado maravillosamente bien, para variar, por Tom Hanks.

Otra cosa es que lo de Austin Butler es portentoso, yendo mucho más allá de cualquier mimetismo convencional en películas que pudiesen parecerse por temática, como Bohemian Rhapsody. Y Baz Luhrmann consigue acercarnos a la figura de Elvis, en primer lugar, con un ritmo trepidante, y en segundo lugar, a través de las cosas que fueron importantes en su carrera, muy especialmente la inlfuencia en su música de la música negra con la que creció algo que suena a gloria con a una mezcla de rock, rap, blues y Godspell, en unas mezclas asombrosas que recrean, sin hacer meras versiones a Elvis, con sus descendientes sonoros. Maravillosa y emocionante.

Para terminar, No me importaría que Andrea Riseborough ganara el Oscar a mejor actriz por “To Leslie”, y tengo dudas con las películas de habla no inglesa, todas muy buenas, como “The Quiet Girl”, “Eo”, “Sin novedad en el frente” (¿un nuevo “Parásitos?), o “Close”, pero estando ahí la fabulosa “Argentina 1985”…

En Graceland, a 10 de marzo de 2023

Sobre sustituir nuestra mirada por un mundo más acorde con nuestros deseos.

Efectivamente, como decía ayer en @el_pais Elsa Fernández Santos, @sunsetelsa, no existe «la mejor pelicular de la historia del cine». Ni hoy ni antes, es imposible. Afirmar tal cosa, que existe «la mejor película de la historia», es una fantasía digna de la más fantasiosa de las películas.

https://elpais.com/cultura/2022-12-09/un-hombre-nunca-hubiese-hecho-esta-pelicula-el-feminismo-asalta-el-canon-cinematografico.html

No existía cuando era «El acorazado Potemkim» ni cuando era «Ladrón de bicicletas» ni cuando era «Ciudadano Kane» ni cuando era «Vértigo» o «El Padrino», ni mucho menos aún ahora, cuando supuestamente es, casi por arte de magia, «Jeanne Dielman…», una especie de «Ladrón de bicicletas» en femenino y en feminista.

Ni siquiera existe «la mejor» en mi propia lista, la cual, por cierto, es mutante de forma permanente cada día a cada hora.
Pero lo que si se es que en esas mutaciones multiples, y en eso que se llama con cierta suficiencia «el canon», hay una serie de títulos recurrentes siempre.

Por ir al grano. Las listas no valen para nada salvo para ser orientativas, y para dar una idea del nivel de conocimientos o sensibilidades, o de la falta de las dos cosas, de aquellas personas que votan en ellas. Y ahora también para tener titulares.

Me gusta demasiado el cine desde hace demasiado tiempo como para no saber relativizar casi todo, fruto de saber (de saber algo) más por viejo que por diablo.

Pero me gusta demasiado el cine desde hace demasiado tiempo como para no oler el tufo pretendidamente moderno, revisionista, y políticamente correcto en esta nueva lista, para 10 años, de Sight And Sound. Tufo a eso que llaman «woke» de forma despectiva los moralistas de derechas para ridiculizar las actitudes moralistas de los moralistas de izquierdas. Malditos bienpensantes todos, diciéndonos como tenemos que pensar. Miedo me dan todos, pero cosas como está hacen que hasta alguien que se considera eso tan etéreo ya como «de izquierdas» use el término «woke».

Pero antes de que me acuse nadie de boomer perdido en su añorada Arcadia, voy a tratar de explicarme. Dentro de todo lo subjetivo que es todo lo que tiene que que ver con la apreciación de una obra de creación. El mundo cambia. Si, pero…

Yo no seré quién niegue valor a «Jeanne Dielman, 23 Commerce Quay, 1080 Brussels», la película de Chantal Akerman. Una muy buena película de una muy buena cineasta. Pero me cuesta aceptar que, de repente, haya subido no se cuantos puestos en esa lista para situarse la primera.

Lo de menos es que haya adelantado a «Vértigo» y a «Ciudadano Kane». Lo importante es que estás películas llevan estando siempre por ahí arriba y «Jeanne Dielman» no. ¿De repente todo ha cambiado? ¿ha cambiado y yo no me he enterado?. Hay quien dirá dirá que no me entero. Yo les digo que me entero perfectamente.

Me gusta demasiado el cine desde hace demasiado tiempo como para no saber distinguir a estas alturas cuando estamos hablando de «cine» y cuando estamos hablando de otra cosa, y con «Jeanne Dielman» estamos hablando, «la lista», de otra cosa.

El problema con esa lista «woke» que aspira a subvertir el canon, es que tiene la credibilidad por los suelos, pero no por haber encumbrado de repente a una película feminista, dirigida por una mujer, que podría ser tan cuestionable como que «la mejor» sea «Vértigo» o cualquiera de las citadas anteriormente, sino, sobre todo, por las ausencias.

Alguien podrá pensar que gimoteo como un niño enfadado, y puede ser cierto, pero una lista que no tiene ninguna película de Lubitsch, Hawks o Buñuel (entre otras ausencias) se desacredita a si misma. Más aún si incluye películas como «Get out» o «Moonlight».

Buenas películas, sin duda, que me gustaron mucho, pero nada más. Si nos descuidamos aparece ahí «Black Panther». Las películas no tienen (no deberían tener) color ni género. El pecado, como siempre, está en el que mira.

Una lista que incluye «Parásitos» (estupenda) pero no incluye, por ejemplo, «El ángel exterminador», sin la cual «Parásitos» no existiría, se desacredita a si misma.

Podría patalear como un niño quejándome de que «Amanecer», de Murnau, esté en el puesto 11, cuando tiene más cine dentro de ella que todas las películas que cuestiono citadas anteriormente.

Murnau era homosexual, por si a algún moderno revisionista se le ha pasado por alto a la hora de votar «Amanecer». O esos nuevos votantes ni saben de su existencia. Para mí, sin duda entre las 4 o 5 películas más grandes de la historia del cine.

Más ejemplos: Marcel Carné no aparece por ningún lado, cuando su película, «Los niños del Paraíso» está considerada (fue votada) «la mejor» película del cine francés. Para mí desde luego una Obra Maestra y una de las películas de mi vida. ¿Tres películas de una buena, sin más, cineasta como Claire Denis entre las 100 mejores? ¡¡¡Por favor!!! Que de Celiné Scianma (cineasta que me gusta mucho) esté «Retrato de una mujer en llamas», película «canónica» en ver el pasado a los ojos de nuestro presente, y no, por ejemplo, la fabulosa, sincera, sencilla y sensible «Tomboy» lo dice todo.

Sé que cuando digo estas cosas alguien puede retarme a decir que por qué no puede ser la película de Chantal Akerman la mejor película de la historia del cine. La respuesta es sencilla: no lo es y está muy lejos de acercarse a serlo. Mucho más lejos que otras que podrían aspirar a serlo, siquiera semánticamente. Y a todo esto, podría decir que es matemáticamente improbable por el mero cálculo de probabilidades.

Creo que ya lo he explicado, pero si tengo que ir más lejos, diré que cuando dos personas hablan de Dios, una defendiéndo su existencia y otra negándola, quien tiene que demostrar algo es quien afirma la existencia de lo que no existe, (o no tenemos pruebas de ello) no quién cuestiona la creencia de algunos en la existencia de algo inexistente (o de lo que no tenemos pruebas)

No sé si me explico. De todas formas podemos hacer con la historia, en general, y con la historia del cine en particular, como hizo Tarantino en «Malditos bastardos» con Hitler, o en «Érase una vez en Hollywood’ con Sharon Tate: reescribir la historia para que encaje en como hubiéramos querido que fuera.

Pero eso entonces eso nos lleva a Andre Bazin y aquello de «El cine sustituye nuestra mirada por un mundo más acorde con nuestros deseos». Y entonces estaríamos hablando de cine, y no de otra cosa. Si el cine se ha convertido en otra trinchera ideológica y cultural yo daré la batalla por verlo como lo que es: cine, y no como otra cosa.

Al final va a ser verdad que la historia del cine, como «la vida, es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no tiene ningún sentido»

Puedes pensar que soy un soñador pero no soy el único.

En Arcadia a 10 de diciembre de 2022

En memoria de Federico Fellini.

En memoria de Fellini, os pongo por aquí el texto que he escrito sobre «las noches de Cabiria» para el estupendo libro que Notorious ha editado sobre el Centenario del director.

(Las noches de Cabiria es una de las películas de mi vida)

En Rímimi a 20 de enero de 1920

Cabiria… Cabiria… es Pensar en Cabiria y evoco en una décima de segundo la muy evocadora música de Nino Rota, y al mismo tiempo la evocación vocal que hizo Katyna Ranierini en un maravilloso disco llamado “Chansons pour Ferllini”, en el que ponía su dulce voz al servicio de la música de Nino Rota que acompaño a Fellini en sus películas durante años con una portada con dibujos de Fellini en la que podían verse, a modo de collage naif a la misma Katyna Ranieri, a Fellini, a Nino Rota y a la sin par Cabiria. Aprovecho y escucha esas maravillosas canciones mientras escribo estas líneas.

Cabiria (Chansons Pour Fellini) – Katyna Ranieri

Así pues, llevo asociada “Las Noches de Cabiria” desde hace décadas a mi educación sentimental. No se las veces que he podido ver a lo largo de los años este cuento triste, amargo, realista, mágico, trágico, y sin embargo optimista que es “Las noches de Cabiria”, para mí la más tierna de las películas de Federico Fellini.

Rodada en 1957 entre “Almas sin conciencia” (Il bidone), de 1955, y “La dolce vita”, de 1960, podría decirse con el lenguaje de hoy, que “Las noches de Cabiria” es un ”spin off” del personaje episódico que Federico Fellini mostró de forma episódica, pero inolvidable, en “El jeque blanco”, de 1952, donde ya nos enseñaba a esa prostituta de buen corazón que es la buena de Cabiria, aunque, obviamente, lo hacía sin entrar en detalles.

Nadie mejor que Giulietta Masina para interpretar a Cabiria, como nos resulta igualmente inimaginable a otra actriz para interpretar a Gelsomina en “La Strada”. Si alguien alguna vez pensó en alguien para llevar a la pantalla algún tipo de versión femenina del pequeño vagabundo de Chaplin, sin ninguna duda ese alguien fue Fellini. Nadie como Giulietta Masina, su esposa, ha encarnado en la pantalla a una mujer tan desamparada y tan tierna como ella en “La Strada” o en “Las noches de Cabiria” haciendo dos papeles tan radicalmente distintos como tiernos.

Producida por Dino de Laurentis, con guion que firmaban el mismo Fellini, Ennio Flaiano, Tullio Pinelli y la colaboración de Pier Paolo Pasolini sobre una historia delos tres primeros, Cabiria Ceccarelli es ese personaje al que da vida, y nunca una frase hecha como esa fue más auténtica, Giulietta Masina, una prostituta que vive en un barracón pero puede presumir de tener un techo, una soñadora que ama por dinero pero sueña con ser amada, y que sin embargo, no se lleva más que desengaños debido a su corazón de oro mientras ejerce su oficio con gracia y desparpajo en la zona romana de Ostia.

La película empieza de forma bucólica. Un hombre y una mujer corretean, se abrazan, hasta llegar a la orilla de un rio, el Tíber, damos por hecho. A ella se le ve feliz. El fulano, enfundado en gafas de sol, otea a su diestra y a su siniestra, y la empuja al rio mientras le quita el bolso. Medio ahogada, la mujer es rescatada de morir ahogada en un barrio de relucientes casas blancas de nueva construcción. Es Cabiria. Finalmente vuelve a la vida mientras pregunta ¿Dónde está Giorgio? Su enamorado enfundado en gafas de sol, suponemos.

Cabiria vuelve a su humilde casita, que a fin de cuentas tiene un techo. Por la noche, desesperada, grita a quien quiera oírla ¿puede alguien tirarte al rio por 40.000 liras? Su amiga Wanda le hace ver que apenas ni hacía un mes que le conocía, que es una absoluta ingenua. Pero la vida sigue, incluso para Cabiria, y es hora de trabajar, entre prostitutas, travestis, en la noche romana. Las penas pueden se muchas, pero Cabiria es un alma sencilla, y puede bailar mientras espera su turno de intercambio de amor, aunque oír un solo nombre puede hacerla estallar de celos. La noche sigue, y Fellini se recrea, y nos recrea con su personaje. Sola en la calle, se le van los pies, bailando, hasta que cruza su mirada con un sereno, o quizás simplemente el portero de un club, y tras hacerle un gesto inequívoco, le cambia el semblante. Sin palabras. Como solo creíamos que Chaplin sabía hacer. De un club sale una señorita muy puesta, y tras ella un fulano un tanto decadente. Obviamente ella está despechada de él. Cabiria muda su rostro en una sonrisa. ¡Es Alberto Lazzari! (Amedeo Nazzari) todo un galán del cine que queda solo en la calle en su descapotable. Tan solo que llama a Cabiria y le invita a subir a su coche. Cabiria nunca se ha visto en una así. Alberto y ella van a pasar la noche, pero ella ni sabe atravesar las lujosas cortinas de un club para, insinuándose tan tierna como patéticamente, acercarse al astro sentado en la barra y asistir a una secuencia en la que Fellini parece adelantar el retrato de la decadencia de la noche romana que llevaría a sus máximos en “La dolce Vita”.

Y entonces viene el mambo en un baile sin igual entre la prostituta de zapatos bajos, calcetines blancos, y un pellejo por sus hombros, y el galán, mientras el maestro de ceremonias desgrana sus palabras y las maracas tratan de dar chispa a lo que no tiene ninguna.

Pero no acaba ahí la cosa. Alberto Lazzari lleva a Cabiria a su casa, poco menos que un palacio. Hablan, beben, Cabiria quiere ganarse honradamente su dinero, pero son dos personas patéticamente solas, aunque cada una a su manera. Cabiria le pide a Alberto que le escriba en un papel de su puño y letra “Cabiria estuvo en casa de Alberto Lazzari” para que sus amigas se lo crean, pero llega la despechada novia de Alberto y Cabiria ha de esconderse en el baño, con un plato de pollo, eso si. Algo debía sacar de la situación. El sueño termina y Cabiria vuelve a la calle, a su mundo a trabajar tan honradamente como sea posible, y mientras ella y sus amigas hablan de la vida, los milagros, y la virgen, pasa ante ellas una procesión fantasmagórica que le encoge el corazón.

Peo aún nos lo encoge más la secuencia en la que Cabiria y sus amigas van en peregrinación a ver a la Virgen. Solo alguien como Fellini es capaz de mostrar al mismo tiempo el fervor limpio y humilde de los desheredados con la superchería. Allí, con un pañuelo en la cabeza y una vela en la mano, arrodillada, Cabiria pedirá a la Virgen poder cambiar su vida, Se nos pone un mundo en la garganta, decenas de personas, fe a raudales, cantos llenos de amor y deseos de redención a los que se une Cabiria. Por unos momentos llegamos a creer que todo es posible. Con los ojos hinchados del llanto, Cabiria se arrodilla y besa el suelo y le pide a la Virgen: “Madonna, Madonna, mía, ayúdame a cambiar mi vida. Haz un milagro. Ayúdame a cambiar mi vida” Los milagros parecen a punto de hacerse realidad, pero aquel hombre que no puede andar cae al suelo invocando un milagro que nunca llega.

Lo que si llega es un espectáculo de magia en el que Cabiria es solicitada por el mago, Aldo Salvini, para salir al escenario y ser hipnotizada. Lo que es un divertimento se convierte de repente en algo triste mientras el público ríe a carcajadas.

Pero en el universo de Cabiria siempre parece aguardar la esperanza. Quizás ese milagro que pidió a la Madonna. Un hombre se cruza en su camino, parece un buen tipo, apuesto, amable, de nombre Oscar D´Onofrio, interpretado por François Périer, alguien que, en sus propias palabras, “no suele asaltar así a las mujeres en medio de la calle” que estaba entre ese público que se reía de Cabiria y de sus sueños. Pero Oscar D´Onofrio está ahí para expresarla sus simpatías y su apoyo.

Una cosa lleva a la otra, porque Oscar no para de hablar, y todo lo que dice parece ser sensato, peo es que el nombre de Oscar salió durante la hipnosis de Cabiria. ¿es una señal? Puede, si la Madonna quiere. ¿Quiere la Madonna? Habrá que verlo. Cabiria y Oscar salen, mientras Cabiria presume antes sus amigas de Oscar, “un tipo instruido”.

La vida sigue, lleva o haga calor Cabiria trabaja y Oscar parece entenderla cada vez mejor. Peo el corazón de oro de Cabiria no tiene conexión con la Madonna del Santo Milagro. Confesiones, deseos, esperanza… un paseo, un rio… ¿llega el momento de ser felices o es la sombra de una duda? Oscar pregunta a Cabiria si sabe nadar, y entonces ella se vuelve y se da cuenta. Ni milagros, ni Madonna, ni futuro ni esperanza. “Basta, no quiero vivir más, mátame, empújame” No habrá para tanto. Es solo que Oscar quiere el dinero de Cabiria, ese dinero ganado vendiendo un amor que le sale a raudales a un corazón destrozado.

Pasa el tiempo y Cabiria vuelve a la vida. Ha anochecido. Está sola y vuelve andando hacia el bosque por el que horas antes andaba feliz con Óscar. Suena una música festiva.

Del montaje de “Las noches de Cabiria” final fueron excluidas varias escenas rodadas en el Santuario del Divino Amor, entre ellas, una en la que Cabiria se confesaba, detalles que años después revelaría en un documental Moraldo Rossi, ayudante de dirección de Fellini en esta y otras películas.

Giulietta Masina ganaría el premio a la mejor interpretación femenina en el Festival de Cannes, y más cerca de nosotros, también en el de San Sebastián, mientras que en Italia, la película ganaría cuatro premios Natro d´argento, otorgados desde 1946 por el sindicato nacional de periodistas cinematográficos italianos y dos David de Donatello, a mejor director, para Fellini, y a la mejor producción para Dino de Laurentis. “Las noches de Cabiria” también ganó el Oscar a la mejor película de habla no inglesa, y años después Neil Simon adaptaría su historia a los escenarios para convertirla en el musical “Sweet Charity”, llevada al cine a su vez por Bob Fosse con Shirley Mclaine como protagonista em 1969, y titulada en español “Noches en la ciudad”. Gloria, el personaje creado por Sebastian Lelio en la película chilena de mismo título de 2013 e interpretada por Paulina García, evoca no poco a la dulce, tierna y siempre engañada Cabiria, y tiene un inequívoco homenaje final al final de “Las noches de Cabiria”, con la protagonista volviendo a la vida tras un rotundo desengaño amoroso.

Pocos finales en la historia del cine son tan conmovedores como ese final de “Las noches de Cabiria”, en el que una Cabiria engañada una vez más, vuelve a la vida en la noche, desde la tristeza más profunda, mientras unos jóvenes ajenos a todo mal bailan y ríen a su alrededor. Ella es Cabiria, ya lo sabemos, y sabemos que tiene un corazón de oro, y así, poco a poco, de forma milagrosa, su gesto tornará poco a poco en un esbozo de sonrisa, primero, y en una sonrisa apenas esbozada, finalmente, mientras saluda a uno y otro lado, agradecida de vivir, o de poder vivir, hasta que en un instante final que nos encoge el corazón a los espectadores, mira a cámara, a nosotros, testigos de su vida, y nos saluda, con lágrimas negras, un instante a nuestros ojos antes de finalizar la película. Ese instante sirve para que llevemos a Cabiria con nosotros toda la vida.

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@Gerardo_DDC

 

 

Que será será… Adiós Doris Day

Fue la novia de América, con permiso de Mary Pickford, aunque desde luego sí que lo fue en el glorioso tecnicolor y cinemascope de los años 50 y 60, en esas películas de sonrisas perfectas que glosaban de forma ejemplar el american way of Life.

Doris Day, de nombre real Doris Mary Ann Kappelhoff, ha fallecido a la edad de 97 años, con una larguísima carrera detrás de sí como cantante y actriz, 2 actividades que unió de forma ejemplar en multitud de ocasiones, por ejemplo, en «el hombre que sabía demasiado» de Alfred Hitchcock, en la que nos dejó para la eternidad aquel glorioso «que será será», ganadora de un Oscar y compuesta por Jay Livingston.

https://youtu.be/xZbKHDPPrrc

Se dijo co\nn cierta displicencia y maldad de Doris Day, que fue la más asexuada,de las estrellas de Hollywood, una especie de figura virginal, cuya sola presencia garantizaba sonrisas amables pero nunca un sentimiento mínimamente pecaminoso. Prueba de ello es aquella famosa frase de Groucho Marx: «Soy tan viejo, que recuerdo a Doris Day cuando era virgen.»

Y sin embargo su imagen, que representaba inequívocamente la imagen de la mujer americana saludable, rubia, bronceada, y siempre dispuesta a atender sin rechistar a su antagonista masculino, no permitieron que representase a la madre de Benjamín en El graduado.

Casada 4 veces, Terry Melcher, hijo adoptivo de su tercer matrimonio, acabaría produciendo buena parte de sus mayores éxitos. Debutó como cantante, acompañando a estrellas de las Big Bands, como Bing Crosby, en 1939, para hacer su primera aparición en el cine en 1948, un año antes de publicar su primer disco como solista.

Su ascenso fue rápido, especializándose fundamentalmente en comedias, aunque sin olvidar títulos fundamentales como «El trompetista» o «el hombre que sabía demasiado» de Alfred Hitchcock, en la que interpretaba a la abnegada esposa y madre que busca junto a James Stewart a su hijo, secuestrado, entre Marrakech y Londres.

Pero si algo recordamos de Doris Day son esas tres películas enormemente entrañables y divertidas, llenas a rebosar de falta de malicia, que protagonizó con Rock Hudson, «confidencias a medianoche», «un pijama para dos» y «no me mandes flores», formando una imposible pareja perfecta genuinamente americana poniendo luz y color al sueño americano, aunque él fuese homosexual, y ella representase más a la esposa perfecta según los cánones de la época, que a la tentadora vecina de al lado, y a quienes habria que añadir el tercero en discordia, Tony Randall.

Comedias maravillosamente intrascendentes que sin embargo todo el mundo recuerda con una nostálgica sonrisa en la boca. Comodias blancas reflejo de un mundo exclusivamente blanco, en el que todo era perfecto y posible, como la América que representaba a la vez que moldeaba.

La novia de América en tecnicolor y cinemascope, no ganó ningún Oscar, pero si se seis globos de oro y tuvo su propio show de televisión.

A Doris day la citaron Los Beatles en «Dig It» y Abba en «Thank you for the music», entre otros gloriosos guiños de la cultura pop a quién fue, en sí misma, un glorioso icono de la cultura popular del siglo 20.

In Technicolor dreams

14 de mayo de 2019

#PilowTalks

@Gerardo_DDC

LA EDUCACIÓN SENTIMENTAL

Vivimos tiempos difíciles. O complicados, si se quiere, para cualquier cosa en que nos fijemos. También para el cine, y sin embargo, creo que nunca se habían hecho tantas películas como se hacen ahora. Más si contamos con toda la producción orientada a dar forma a la ficción televisiva. Cada semana se estrenan en salas una auténtica barbaridad de películas, por no hablar de las series nuevas, o ya existentes, que están en boca de todo el mundo. Parece que si no estás al corriente de todo ello no estás al corriente de nada.

Yo recuerdo mi infancia con la asistencia semanal al cine Usera, Ya lo he contado alguna vez, pero como mi cabeza se vaaaaa, que diría HAL9000 lo volveré a contar. Cada miércoles, mi abuela ne llevaba junto a mis hermanos al cine Usera y tras preguntar por «El señor Montero», y aparecer el buen señor, nos colaba. De esa forma vi yo un montón de películas que conformaron mi educación sentimental. Aquellas películas que yo vi allí en mi infancia, son mi particular «magdalena de Proust»: «Asfalto húmedo», «El oro de MacKenna» «20.000 leguas de viaje submarino», «El libro de la selva», «Ulises»… y unas cuantas más, aunque esas las tengo grabadas a fuego en mi memoria. Por algo que se me escapa (salvo que mi abuela no conociera al encargado) nunca íbamos al cine Niza, que era el otro cine que estaba en la manzana donde yo vivía en Usera.

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Yo recuerdo nitidamente haber visto «Nosferatu», «El manuscrito encontrado en Zaragoza» o «El hombre ilustrado», entre otras, películas que me acompañan desde que las vi por vez primera, en televisión, allá por 1972-73, en «Cineclub», un «espacio» de la entonces conocida como UHF (desde hace mucho tiempo ya «La 2») y recuerdo la asistencia posterior, ya con conocimiento de causa de lo que hacía, a finales de los años 70 hasta bien entrados los 80, de forma compulsiva, a La Filmoteca Nacional (Hoy Filmoteca española, aunque a mi me cuesta llamarla asi) o al «Cinestudio Griffith» de glorioso recuerdo (entre otros lugares de peregrinación cinéfila) en donde yo veía a diario 4, 5 y hasta 6 películas… durante años. Me da vergüenza decirlo porque, por un lado, me parece un poco petulante, y por otro, me parece que me define como una especie de frikki cuando esa palabra creo que ni siquiera se usaba para definir a personajes como yo.

Pero hay más: de pequeño, en «la tele» ponían en plan random «cine cómico», que no era otra cosa que cortos de Chaplin, (Charlot), Buster Keaton, Harold LLoyd, «El Gordo y el flaco» o Harry Langdom. Asi que yo asimile todo aquello como una esponja.

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Aún recuerdo la primera película que grabé >(en betamax) en casa de mi tío porque yo no tenia aún video: fue «El Compromiso» de Elia Kazan, doblada, sin formato y en pan & scan. pero enloquecí. la había visto en la Filmoteca y para mi era una obra maestra,por más que algunos la pusieran a parir.

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Pero aún hay más: durante los años 80, y antes de la supuesta liberación que supuso la aparición de las cadenas privadas de televisión, y su maravillosa oferta de contenidos (esto es irónico, no se pilla el contexto y no voy a poner un emoticono para subrayarlo) con la llegada de Pilar Miró a la dirección de RTVE, ocurrió algo maravilloso cuyos ecos resuenan aún hoy día. En RTVE se empezaron a programar de forma sistemática ciclos temáticos, de actores, actrices o directores, que permitieron a cientos de miles de personas (he pensado si poner millones, pero he preferido dejarlo ahí) conocer la historia del cine de una forma ordenada, coherente, sistemática e intensiva.

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Buena parte de la gente cinéfila que conozco vivieron su educación sentimental de una forma parecida a la mía, y no son pocas las personas que me dicen lo mucho que significó para ellas el hecho de poder ver en televisión española aquellas increíbles películas durante aquellos años.

Hace ya unos cuantos años, 4, creo recordar, en RTVE se comenzó a recuperar la memoria del cine español, de una forma tan intensiva como acaparadora de la parrilla, pero, sin lugar a dudas, visibilizando como creo nunca se había hecho, la historia del cine español. las cifras de audiencia han sido y son normales, buenas, estupendas y fabulosa, en función de las películas y los días. No nos damos cuenta, pero en unos años, aparecerá una legión de cinéfilos con voz propia (me resisto a llamarles «influencers») que nacieron al cine español con esas emisiones.

Por algo que se me escapa, durante años ha desaparecido prácticamente de las cadenas generalistas la emsion  de cine clásico. El pretexto que se oía en el ambiente era (y es) que las películas en blanco y negro no interesan a la audiencia, y que las películas antiguas tres cuartas partes de lo mismo (aunque sean en color). De hecho, circulan por ahí chistes sarcásticos que tiendo a dar por buenos en su diagnostico, según los cuales, algunas personas que se supone que saben de cine y son de cierta edad, no conocen nada anterior a La Guerra de las Galaxias.. aunque en otras versiones la referencia temporal queda en Tarantino. Y yo creo que es cierto. Ese papanatismo de despreciar el cine «antiguo» (en blanco y negro y de años ha… ) ha hecho mucho daño, de forma que muchas esas personas (algunas de ellas se autodenominan «influencers») no son capaces de reconocer en películas actuales las huellas, en ocasiones mucho más que evidentes o de simple homenaje del cine clásico (que no tiene porqué ser antiguo).

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Desde Octubre de 2018 la 2 de RTVE ha vuelto a programar clásicos del cine, en HD y con copias restauradas, bajo el título de «Días de cine clásico», amparándose en la marca de «Dias de Cine», lo cual, a mi me pareció muy bien cuando me preguntaron mi opinión. Desde entonces, no ha habido ni una sola película que no haya sido un éxito. Creo que las menos vistas han sido dos obras maestras incontestables como son «Cuentos de Tokio» y «Ladrón de bicicletas», imagino que porque son en blanco y negro. Aunque también era en blanco y negro «El gran dictador» y fue un sonado éxito de audiencia con una curva prácticamente lineal durante toda su duración de 1.000.000 de espectadores. Otros títulos en blanco y negro como «Gilda» o «Historias de Filadelfia» tuvieron muy buenas cifras de audiencia, y la emisión de una película como «Lawrence de Arabia» se convirtió en trending topic en Twitter.  tengo la suerte de hacer las introducciones a esas películas. Y no digo que me  lo paso estupendamente bien, porque entonces habrá quien piense que no me cuesta hacerlo. Ya me ha pasado. La ignorancia es muy atrevida.

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Añoro, y soy realista, los tiempos en los que podían verse en televisión esas películas de forma casi permanente de modo que no fuera una excepción sino la norma. Tendemos a pensar que dado que hay plataformas de contenidos, o canales especializados, ya no hay que atender como se hizo en su día esos contenidos. Pero creo que esta semilla que hoy se está plantando, y que me gustaría que tuviese mayor presencia en la parrilla, se convertirá con el tiempo en esa educación sentimental que para mi fue lo que yo pude ver en mis años de formación, de modo que algún día se posible que nadie más vuelva a decir cosas que a fecha de hoy son ciertas: «la gente no ve películas en blanco y negro».

Hagamos entre todos posible en el futuro nadie pueda decir eso.

Podéis pensar que soy un soñador, pero no soy el único.

En  Blanco y negro, a 3 de Mayo de 2019

@Gerardo_DDC

Cuando lo fantástico es real y cuando lo real es increíble.

Siempre me ha parecido que el mejor cine es aquel capaz de convertir en algo creíble lo que a priori no lo es. Y pienso de inmediato en los diálogos de las peliculas de Mankiewicz. O en la estructura de sus películas. Nadie habla así en el mundo real, y la estructura de películas como Eva desnudo o La condesa descalza es extremadamente artificiosa. Y sin embargo son películas increíblemente realistas y creíbles, valga el oxímoron.

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«El Caballero oscuro», una película a la que el calificativo de fantástica, no le viene grande evidentemente, es absolutamente increíble de principio a fin en su inmenso artificio. Por contra películas tremendamente realistas y «auténticas», no hay quien se las crea. Por supuesto «ladrón de bicicletas» es contundentemente realista auténtica y creíble.

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Toda esta disgresión viene a cuento para hablar un poquito de las películas de superhéroes. cuando yo era pequeño en el colegio tenía algunos amigos a los que ya le gustaba mucho los cómics de Spider-Man y compañía. Debo confesar que a mí nunca me llamaron la atención esos personajes voladores y con superpoderes. La verdad es que nunca me los tome demasiado en serio. Yo me evadía con «la isla del tesoro» «20.000 leguas de viaje submarino», que a mi modo, también era una forma de buscar lo fantástico y lo maravilloso.

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De modo que no voy a engañar a nadie si digo que en principio las películas de superhéroes ni me van ni me vienen. O sea, que no estoy entregado a la causa con la proverbial fe ciega de los conversos, ni de los abducidos de nacimiento.

Y creo que hacer esa confesión no inhabilita mi juicio. Hoy día veo casi todas las películas de superhéroes por diversos motivos, el primero de ellos es obviamente por trabajo, pero el segundo, que en realidad a veces es más el primero, porque las he ido a ver con mis hijos, a los que les encantan, e incluso también porque en ocasiones a mí me apetecía mucho verlas.

Dicho lo cual, observo en esa sobreabundancia de superhéroes en estos tiempos de crisis, un patrón que se repite, y que me carga bastante: larguísimas secuencias de peleas que acaban a los 20 minutos de empezar como suponíamos que iban a acabar, por lo que me preguntó si no era posible haberlas acabado 15 minutos antes. La respuesta a esa pregunta que me hago suele ser siempre la misma, y es que intuyo que se ha pagado por librerías de efectos digitales, y hay que amortizar la inversión. O eso tan prosaico o es que a la gente que no soy yo le encanta ver esas peleas tan largas a pesar de saber invariablemente cómo van a terminar.

Debo confesar que otra cosa que me carga bastante en las películas de superhéroes habituales, son esas frases solemnes y huecas que suelen decirse los superhéroes y sus antagonistas, habitualmente en modo vuelo suspendido y poniéndose ojitos uno al otro. Es verdad que en las películas digamos normales también hay frases huecas y solemnes dichas por actores y actrices poniendo ojitos sobreactuando, pero la no levitación lo hace menos terrible.

Y dicho todo esto, he de decir que Watchmen me parece una obra maestra, y qué pocas películas he visto en mi vida con un comienzo tan tremendamente bueno. He de decir también, que el Caballero oscuro me parece un auténtico peliculón. con una de las mejores manifestaciones en cine sobre lo que es la lucha del bien contra el mal, o mejor aún, con una de las mejores manifestaciones que he visto en el cine de la manifestación del mal. En eso creo que tuvo bastante que ver el malogrado Heath Leger, más que probablemente Christopher Nolan.

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Debo confesar que fui a ver Wonder Woman, un poco por obligación, y me encantó, más allá de lo que me impresionase en otros términos más humanamente masculinos, Gal Gadot. Y debo decir que Ironman me hace mucha gracia en su desparpajo y lengua viperina. aunque para desparpajo macarrismo y lengua viperina como Deadpool no hay ninguno.

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Debo decir que Kick Ass me parece bestial, y también debo decir que Shazam me parece un tostonazo impresionante en 2 horas, y una película muy divertida en media hora. Me dicen que a los niños les encanta. Yo me aburrí como una ostra. Debo decir que los Superman de los setenta me parecen tan naif como entrañables, pero que los modernos, tanto los boots como los reboots, me parece tan solemnes que se me hacen cargantes, y a la vez convierten lo naif en algo rematadamente infantil.

Los Spider-Man de Sam Raimi tenían su aquel, los reboots me parecen un dejavu.

Y lo que es peor de todo esto, es que en los últimos tiempos tengo la impresión de que el mundo de los superhéroes ya es un batiburrillo de fuego cruzado o de meta historias meta referenciales entre unas y otras. Franquicia lo llaman, y sé que tienen un éxito descomunal, lo único que actualmente el cine es capaz de ofrecer cómo competencia al mundo videojuego. Pero en el 90% de los casos me aburre soberanamente.

No es que yo reniegue de que tengan que existir este tipo de películas, que películas son, indudablemente, aunque me planteo seriamente muchas veces sí son realmente cine. Cine veia y mucho en Watchmen o en el Caballero oscuro. Incluso en Kick Ass o en Deadpool, con su no ocultación y jugueteo con el artificio cinematografo.

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En Das de Cine, hemos visto los Vengadores End Game para hacer la pieza en cuestión. Yo me conozco bien nuestra redacción, y con mayores o menores discapacidad sobre todo lo que anteriormente he escrito, en general se comparte la misma opinión, por lo que hay un hastío generalizado para hablar de este tipo de películas, máxime cuando digas lo que digas en la pieza en cuestión, más de uno y más de dos te van a poner a parir por haber hecho spoiler. y esto último lo digo con enorme sorpresa, puesto que así ha sucedido con la pieza de esta última película. Alguien incluso decía que ya no la iba a ver. Cuando en la pieza, más allá de una opinión de alguien del programa, no se decía nada más allá de lugares comunes y cosas que todo el mundo sabe ya. Lo cual por otro lado me lleva a la conclusión de tener que pensar muy seriamente si merece la pena hablar de este tipo de películas en un programa como Dias de Cine.

Nunca me ha gustado la arrogancia ni de los petulantes que creen que el cine de autor es lo más del mundo, ni la de aquellos que creen que el cine de superhéroes es para paladares exquisitos.

Seamos serios: para Super Héroes, los de The Rocky horror picture show.

https://youtu.be/yjc-I-parYs

 

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En Gotham

27 de abril de 2019

Día 1 antes del día 28.

@Gerardo_DDC

Astrid, Pipi y Agnès

Me entero ahora, en estos tiempos en los que casi todo se redefine, que «Pipi Calzaslargas» es feminista. Pido disculpas por no haberlo visto antes, y no las pido con retranca, sino de verdad,  porque yo soy fan de Pipi y siempre me pareció maravillosa tanto ella con su desparpajo irreverente, como sus historias, aquellas que vimos en Televisión en los primeros años 70, en un tardofranquismo que evidentemente no se enteraba de la carga de rebeldía que escondía aquella pelirroja de coletas para arriba, su mono, y su libertad absoluta.

Aunque bien visto, quizás es bueno que tuviese a Pipi como mi heroína, eso me convertiría en feminista en toda regla en primera hornada. Y yo sin enterarme. Con el crédito que dan ahora estas cosas. Te pones la etiqueta adecuada (seas o no seas lo que dice la etiqueta que eres) y ya eres guay.

Bueno, todo esto viene a cuento porque esta semana se estrena «Becoming Astrid», una estupenda y preciosa película que me resisto a calificar de biopic, en la que nos cuentan, en flashabck, el periodo de vida de Astrid Lindgren, la escritora de (entre otros libros) «Pipi Calzaslargas» que va desde los 16 a los 19 años, en los que la sucedieron no pocas cosas que conformaron su mundo.

«Becoming Astrid» está dirigida por una mujer, Pernille Fischer Christensen, y protagonizada por Alba August, hija de Bille y Pernila August, quien lo hace muy, pero que muy bien, interpretando a sus 24 años a una mujer que entre los 16 y 19 años vive toda una vida que va a conformar su vida y su obra.

Lo mejor de una película como «Becoming Astrid», titulada entre nosotros, «Conociendo a Astrid» (no se muy bien el motivo del cambio) es que no parece de cartón piedra, y que sus personajes son de verdad, al contrario de lo que sucede en los biopics más convencionales, aunque ya he comentado que no me parece un biopic, aunque puede que formalmente lo sea. Pero ya desde el comienzo de la película con una Astrid Lindgren anciana, abriendo cartas de sus admiradores, niños, que le han mandado para felicitarle por su cumpleaños, la película nos atrapa.

Debo decir que Pipi Calzaslargas no está presente en la película, pues Astrid Lindgren no creó su personaje hasta bastantes años después, pero lo está de forma implícita a través de esas cartas de sus pequeños admiradores (y muy sensatos) y a través de cosas que se pueden leer entre lineas en la película. O a lo mejor esto es algo que yo quiero ver, siendo como soy desde hace 40 años, fan de Pipi Calzaslargas.

«Becoming Astrid» es una película emocionante, ya lo he dicho, que huye del sentimentalismo, pero nos coloca al borde de las lágrimas. Bueno, al menos a mi, que soy un sentimental.

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Y hablando de mujeres de talento, de historias ejemplares, de igualdad y de feminismo, hoy se nos ha muerto la Gran Agés Varda, un ejemplo de todas esas cosas hasta su final, siempre al pié del cañón, haciendo lo que le gustaba, contando historias a su particular manera,de forma libérrima, con fundamente, pero sin monsergas, juvenil a sus casi 90 años, llena de una lucidez que está pidiendo a gritos mucha gente de infinitamente menos talento que lo suplen con palabrería.

De Agnès Varda se decía que fue «la musa dela nouvelle vague», cosa que me parece de una petulancia extrema. O paternalista, que es un termino de moda ahora, usado para muchas cosas. ¿Como podía ser la musa de la nouvelle vague alguien que sobresalía como los más destacados miembros de la nouvelle vague? Ahhh, ese machismo recalcitrante. A Agnès Varda no le hacía falta ser la musa de nada, le bastaba con su talento para hacer películas, desde «Cleo de 5 a 10» hasta «Caras y lugares», y si acaso, fue la musa de Jacques Demy, como Jacques Demy fue su muso.

Creemos que las personas como Agnès Varda nunca mueren, porque las vemos a cualquier edad llenas de vitalidad, talento y creatividad. Son un ejemplo a seguir. A mi me produce vergüenza ajena pensar que gentes como ella, o como Godard, o como Clint Eastwood,siguen siendo creativos a unas edades a las que muchos solo se ven viendo la televisión y poco más. Me resulta inimaginable no verme a mi como a esas personas, porque me resulta inimaginable verme a mi dejando de trabajar, y de hacer lo que me gusta, simplemente porque no se que ley dice que ya no puedo hacerlo. Flaubert fue Madame Bovary. Yo soy Agnès Varda, y Godard y Clint Eastwood. Y me gusta la gente de talento, aunque yo no lo entienda, y que lo ejercen contra viento y marea.

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En Villa Kunterbunt

a 29 de marzo de 2019

@Gerardo_DDC

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