Los Oscar, aquí y allá (un año más)

Los Oscar. Un año más, ¿quién ganará o perderá? ¿habrá algún happening en modo bofetón como el pasado año? En fin, esas cosas de las que llevamos hablando desde la primera edición de los Oscar, aquella en la que no ganó “Amanecer” y si “Alas”, y en la que Charles Chaplin recibió un Oscar especial por “actuar, escribir, dirigir y “producir” “El Circo”. Chaplin, ya se sabe, nunca ganaría un Oscar “Oficial” y tendría que esperar a 1973 para recibir el honorífico con una ovación de más de 8 minutos, la más larga de la historia de los Oscar. Este es un ejemplo de lo que pasa en esos premios que tanto dan que hablar desde hace tanto. ¿Será este año un año más? A mí me duele enormemente no ver en las candidaturas a mejor película esa monumental película que es “Babylon”, todo un homenaje al cine de Hollywod de aquellos años en el umbral del sonoro, pero muy cruda, quizás, aunque todos sepamos, del “caso Arbuckle” y hayamos leído “Hollywood Babilonia” de Kenneth Anger, donde se contaban bacanales, perversiones, y cotilleos de aquellos años locos y de los que vendrían después. Y aunque cada uno tenemos nuestros gustos, lo cierto es que en los últimos años me duele ver películas aspirando a premios sin ningún merecimiento. Pero ¡que tontería, si esto ha pasado siempre!. Cierto es que, en 19288, en la primera ceremonia, tanto “Alas” como “Amanecer” eran grandes películas, solo que la de Murnau era, y es, una de las más grandes películas de la historia del cine.

Aún me pregunto cómo pudo ganar en 2021 el Oscar a mejor guion “Una joven prometedora”. Un guion que no aprobaría en primero de guion, pero que contaba lo que queremos escuchar o ver, que encaje en la realidad que estamos construyendo. Pero el cine no está para contarnos lo que queremos que nos cuenten, sino para contarnos lo que sea y hacerlo bien.

Este año me pasa eso con “Ellas hablan” de Sarah Polley, una película que no me puedo creer por cómo me lo cuenta la, por otro lado, excelente, directora, por más que lo que me cuenta sea algo que cuenta con todas mis simpatías. Pero para mí el cine no es “lo que se cuenta”, sino, “como se cuenta”, y parafraseando a Lilian Hellman, “”no puedo recortar mi conciencia para que encaje en el molde de estos años”.

Tampoco acaban de convencerme ni “Almas en pena en Inisherin” ni “Tár”, ambas dirigidas por dos tipos que me gustan mucho, Martin McDonagh y Todd Field. Y ambas con maravillosos intérpretes, Colin Farrell y Brendan Gleeson la primera, y la maravillosa Cate Blanchett la segunda. Pero en la primera me sobra un exceso de metáfora de la guerra civil irlandesa. Ya me queda claro desde el comienzo. Y echo en falta las Banshees en el título, porque en la película están. Y en “Tár” me parece que, para una película de 2 horas y 45 minutos, hay muchos huecos de guion. O dicho de otra forma, siento que el guionista no ha hecho su trabajo y quiere que lo haga yo bajo el supuesto de considerarme un espectador inteligente. Y lo soy (creo) pero quiero que el guionista, o sea, Todd Field haga su trabajo. Por otro lado, he oído decir que es una película misógina y otras cosas por mostrar a una mujer con poder, abusando, o ejerciendo mal ese poder ¿De verdad hay alguien tan ingenuo que cree que la mala praxis del poder no puede afectar a una mujer con poder, por más que esa mujer tenga el rostro de Cate Blanchett? Eso sí, la música es de Hildur Guðnadóttir, una compositora fabulosa y no nominada.

Fui a ver las 3 horas y 15 minutos de “Avatar, el sentido del agua”, y no puedo decir que no me gustase, pero sí sé que no voy a ver más de la saga. Ya lo he visto, y la película no me sorprende en ningún momento. Más allá de la taquilla, no sé qué hace de candidata a mejor película. Me pasa un poco lo mismo con “Top Gun Maverick”, con la salvedad de que es mucho más entretenida, al menos para mí, me lo pasé estupendamente. No soy ningún ingenuo, y sé que estas películas salvan la industria. Así se lo dijo Spielberg a Tom Cruise hace poco. Pero optar a mejor película… en fín.

A propósito de Spielberg, “Los Fabelman”, sin ser ni de lejos una de las mejores películas de Spielberg, me parece maravillosa. Nada que ver con “Cinema Paradiso”. Esta es la película que cuenta la pasión de un chaval por querer hacer películas. Su propia historia, claro, la de un niño fascinado por un tren que descarrila y… bueno, la historia de ese chaval enamorado del cine que descubre cosas, de todo tipo, haciéndolas. Y con ese final con David Lynch haciendo de Jon Ford recreando eso que ya había contado Spielberg alguna vez, y que tiene que ver con la línea del horizonte. No digo más, que luego dicen que es un spoiler (los spoilers están demasiado sobrevalorados, por cierto). Parafraseando a Samuel Goldwyn, lo diré en dos palabras: impres cindible.

Dos películas que me gustan mucho son “El triángulo de la tristeza” del sueco Ruben Ostlünd, el director de “Fuerza mayor” y “The Square”; y “Sin novedad en el frente”, película alemana, producida por Netflix, y dirigida por Edward Berger.

Ruben Ostlünd tiene un muy particular sentido del humor y un ojo certero a la hora de diseccionar la estupidez del mundo que llamamos “civilizado”, en el que conviven traficantes de armas, influencers grotescos (como todos los influencers que se precian de serlo), y oligarcas rusos capitalistas junto con capitanes de yates de lujo marxistas y empleados explotados con conciencia de clase que se convierten en el opresor clasista cuando tienen el poder. Un poco como en “Tár”, pero mejor contado, al menos para mí.

“Sin novedad en el frente”, adapta de nuevo la novela de Eric María Remarque que ya fue llevada a la pantalla anteriormente, a destacar aquella maravillosa versión de Lewis Milestone a comienzos del cine sonoro.

Película de guerra brutal, desesperanzadora y sin andarse con rodeos a la hora de poner en imágenes lo que relató Remarque en su novela. La película pone imágenes a la frase del libro que se me quedó grabada en la memoria cuando lo leí con apenas 18 años: “tengo dieciocho años y no conozco de la vida más que el dolor la desesperación y la muerte”.

Y he de confesar que hay dos películas que e tocan de una forma especial, muy distintas, y que a priori a mí no me deberían gustar. Una es “Todo a la vez en todas partes”. Jamás hubiera pensado que iba a enamorarme de esa película enloquecida de multiversos, sí, pero a la vez llena de alma, demostrando que se pueden hacer películas sobre cosas que a priori nadie creería y convertirse en una experiencia inolvidable. Me pongo de rodillas ante Los Daniels, aplausos para sus intérpretes, empezando por Jamie Lee Curtis y siguiendo con la maravillosa Michelle Yeoh y el recuperado para el cine Ke Huy Quan, “Tapón” y “Data” tiempo ha en “Indiana Jones y el Templo maldito” y “Los Goonies. Y por supuesto, agradezco toda esa cantidad de guiños cinéfilos sin desperdicio, aunque estoy seguro de que se me ha pasado más de uno.

La otra película que a priori no debería gustarme, pero que me encanta, es “Elvis”. Yo odio los biopics, y siendo fan de Elvis… mal asunto. Tardé 5 minutos en olvidarme de mis prejuicios y estaba disfrutando enormemente y no dejé de hacerlo hasta el final emocionante.

Porque Elvis no es desde luego un biopic convencional hagiográfico y beatificador, y si lo fuera, sería más bien del supuesto coronel Parker, ese farsante, inmigrante ilegal sin papeles, que secuestró vital y artísticamente a Elvis durante toda su carrera, interpretado maravillosamente bien, para variar, por Tom Hanks.

Otra cosa es que lo de Austin Butler es portentoso, yendo mucho más allá de cualquier mimetismo convencional en películas que pudiesen parecerse por temática, como Bohemian Rhapsody. Y Baz Luhrmann consigue acercarnos a la figura de Elvis, en primer lugar, con un ritmo trepidante, y en segundo lugar, a través de las cosas que fueron importantes en su carrera, muy especialmente la inlfuencia en su música de la música negra con la que creció algo que suena a gloria con a una mezcla de rock, rap, blues y Godspell, en unas mezclas asombrosas que recrean, sin hacer meras versiones a Elvis, con sus descendientes sonoros. Maravillosa y emocionante.

Para terminar, No me importaría que Andrea Riseborough ganara el Oscar a mejor actriz por “To Leslie”, y tengo dudas con las películas de habla no inglesa, todas muy buenas, como “The Quiet Girl”, “Eo”, “Sin novedad en el frente” (¿un nuevo “Parásitos?), o “Close”, pero estando ahí la fabulosa “Argentina 1985”…

En Graceland, a 10 de marzo de 2023

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