Llevaba ya un tiempo queriendo escribir algo al respecto de esa sorprendente votación del British Film Institute a través de su revista Sight and Sound. Si, esa que ha encumbrado como “mejor película de la historia del cine” a la película de Chantal Akerman “Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles”.

Mi primera reacción fue de estupor, por supuesto, no lo voy a negar. Hacía muchos años que había visto la película, y sin parecerme en absoluto una mala película, me parecía, y me parece a fecha de hoy, tras haberla vuelto a ver, un despropósito a medio camino entre la boutade y el infantilismo más ignorante.
Debo decir que hace mucho, mucho, mucho tiempo, dejé de creer en esto de las listas, porque me parece de un reduccionismo absurdo a poco que sepas de la materia que trata la lista en cuestión.
Por despejar dudas, me parece que es imposible establecer cuál es “la mejor película de la historia del cine”, como cuál es el mejor libro de la historia de la literatura, etcétera etcétera etcétera. Aunque por supuesto yo tenga mis películas favoritas de toda la vida. ¿De verdad “Amanecer” de Murnau es “peor” que “Jeanne Dielman…”? Pero ya digo que hace mucho tiempo dejé de hacer listas a pesar de que de cuando en cuando me piden mi lista y yo ingenuamente caigo en el error de mandar mi lista. En la última, las dos primeras eran “Luces de la ciudad” de Chaplin, y la mencionada “Amanecer” de Murnau. Incontestables ambas.
Pero aunque es imposible decir categóricamente cuál es la mejor película de la historia del cine, creo que se puede decir con más facilidad que una película en particular no es en absoluto la mejor película de la historia del cine. He vuelto a ver “Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles” para aclararme las ideas y puedo decir categóricamente, y con argumentos, que decir que esta película es la mejor de la historia del cine, por mucha gente que haya votado, es un despropósito de dimensiones cósmicas que nos retrata como la sociedad papanatas en la que nos hemos convertido.
Otro asunto que me enerva sobre esta controversia es que por un lado hay un grupo de papanatas que desacredita la elección de “Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles” simplemente por ser una película de una mujer; de igual modo que otro grupo de papanatas la defiende exclusivamente por ser dirigida por una mujer.
Si tiramos de matemáticas, pura y simplemente, y teniendo en cuenta que el porcentaje de mujeres que han dirigido cine en los más de 125 años de historia es muy inferior al de los hombres, debemos establecer que por pura estadística o cálculo de probabilidades las posibilidades de que una película dirigida por una mujer sea la mejor película de la historia del cine son muy pequeñas, aunque entonces recuerdo esos goles imposibles que en las repeticiones televisivas, con no sé qué software o algoritmo, dicen el porcentaje de probabilidades que tenía de entrar en la portería, y entonces pienso que una posibilidad entre un millón sigue siendo una posibilidad entre un millón.
Hay quien me ha preguntado qué porque “Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles” no podía ser la mejor película de la historia del cine, a lo cual yo podría contestar con ese razonamiento matemático que podría contentarme racionalmente. En cualquier caso, no es quién manifiesta no creer que Dios exista (o sea, yo) quien ha de demostrar su no existencia, sino, precisamente, quién afirma su existencia quién ha de demostrarlo.

Pero sucede que, sencillamente, y siendo una película excelente, no puedo admitir una boutade del calibre de lo establecido por Sight and Sound (en tiempos una revista de prestigio) de ninguna manera. Pero, a diferencia de los que despotrican por ser una película dirigida por una mujer, intentaré dar argumentos que espero que desmonten los argumentos igualmente fanáticos de quienes la defienden única y exclusivamente por ser la película de una mujer.
Entiendo la necesidad de referentes. Sé que el cine es un poderosísimo constructor de referentes, y sé que es una necesidad casi patológica de las personas pensar que el patrón según el cual vemos y entendemos el mundo es el patrón correcto de entender y ver el mundo.
Puedo entender por tanto que para muchas mujeres sea algo emocionante ver situada como la mejor película de la historia del cine una película dirigida por una mujer que además habla de una mujer y de los problemas de una mujer, o de muchas, y que puede ser universal. Pero yo siempre he pensado que el cine es un arte, y que los titulares se quedan para los periódicos. Y como creo que el cine es un arte, yo en el cine me tengo que creer las cosas qué me cuentan las películas, por muy de acuerdo que esté con aquello que me estén contando, porque puede suceder que algo con lo que estoy totalmente de acuerdo y a favor me resulte absolutamente increíble, y algo en lo que puedo no estar de acuerdo o simplemente ser algo irreal sea absolutamente creíble. ¿No me identifico poderosamente con el inspector Tibbs, Sidney Poitier, en “En el calor de la noche”? Eso es el cine. No me identifico con quienes son, supuestamente como yo, blancos, sino con el que lo tiene más crudo, el héroe. ¿Trampa? No: CINE.
“Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles” dura 3 horas y 15 minutos, y durante ese tiempo no se nos escamotean en ningún momento todos esos tiempos suspendidos que, si empleamos el tiempo cinematográfico de forma cinematográfica, podrían tener sentido. Que no se me malinterprete, porque entiendo perfectamente el objeto de usar esa morosidad en esta película por parte de Chantal Akerman. Se trata de dar idea de la absolutamente mortecina rutina diaria de la protagonista (estupenda Delphine Seyring, por cierto), de igual modo que entiendo perfectamente su renuncia a mover la cámara y a emplear música e incluso renunciar a diálogos de forma casi patológica. Son renuncias a “lo cinematográfico”, aunque he de reconocer que la opción escogida para contar su historia es igualmente cinematográfica, pero que, a mi modo de ver, lastra la historia de una forma que podríamos considerar inaceptable para la paciencia del espectador. Pero también he de reconocer que una película de dos horas en plano secuencia puede ser igualmente poco o nada, o muy cinematográfica, y es una elección de estilo. A mí en particular me gustan las películas que saben utilizar todos los recursos del lenguaje cinematográfico y en “Jeanne Dielman….” echo en falta en particular un uso sabio de la elipsis, que es uno de los recursos más generosos y sabios por parte de quienes están al mando de una película, hacia su historia y hacia los destinatarios de la misma, que son, somos, nosotros: los espectadores. Alguien podría recordarme, buscando mis contradicciones, el plano de 5 minutos de «Lawrence de Arabia» en el que vemos venir desde el infinito en tiempo real a un misterioso jinete (que resultará ser Omar Sharif). Y yo les diría que no hay que abusar del tiempo real, salvo que seas David Lean y no decidas hacer toda tu película así.
Las elipsis brillan por su ausencia en “Jeanne Dielman….” cuando las está pidiendo a gritos. Los diálogos brillan por su ausencia de una forma tan forzada que podrían recordarnos a la falta de diálogos en los westerns espaguetis o en, por ejemplo “El samurái” de Jean Pierre Melville, por poner dos ejemplos muy alejados de “Jeanne Dielman….”
Las renuncias igualmente a mover la cámara o acortar el plano me parecen igualmente elecciones de estilo, pero para mi gusto muy desfavorecedoras para la historia qué cuenta.
Dicho todo lo anterior, no sé si “Vértigo” o “Ciudadano Kane” podrían ser las mejores películas de la historia del cine. Sinceramente no lo creo, por más que una, “Vértigo”, me guste mucho más que la otra, que es “Ciudadano Kane”, (Son dos ejemplos típicos tan solo) y por más que ambas usen el lenguaje cinematográfico de una forma mucho más sofisticada y sugerente de cómo lo emplea Chantal Akerman en “Jeanne Dielman….”.

Supongo que es una simple cuestión de gustos a fin de cuentas. Pero, por favor, si queremos reivindicar el buen hacer y el talento de una mujer, reconozcámoslo cuando se cumplen los requisitos y no por el mero hecho de ser mujer. Y en el otro lado, si solo tenemos como argumento en contra el hecho de que “Jeanne Dielman….” fue dirigida por una brillante mujer pues vamos apañados.
Siendo Chantal Akerman una mujer inteligente, a menudo me pregunto que pensaría de esta historia.
Evocando lo que una vez dijo una gran mujer y estupenda escritora, Lillian Hellman, «No puedo recortar mi conciencia para que encaje en el molde de estos años». El molde se va estrechando más y más, y todo empieza a tener un aire sutilmente orwelliano. De momento.

En Bruxelles , 23 quai du Commerce.
@GerardoQuietMan