Apuntes, recuerdos y fantasías.

Si echo la vista atrás, a lo que ha sido mi vida como cinefilo, o sencillamente aficionado al cine, o enamorado del cine, y con toda la experiencia que humildemente puedo haber acumulado en tantos años, pienso en aquellas memorias de Fellini tituladas juguetonamente «Apuntes, recuerdos y fantasías», si las cosas que recuerdo, no son sino verdaderos apuntes y fantasías, recreaciones emocionales de deseos más que cosas auténticas que sucedieron de verdad tal y como las recuerdo o creo recordar.

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En base a esos recuerdos y fantasías más o menos ciertos, no sé si lo que soy hoy es fruto de la huella que dejaron en mi esos momentos que recuerdo, o si lo que soy hoy me induce a pensar que aquellas cosas sucedieron realmente de aquella manera.

Pero es el caso que algunos de los recuerdos más nítidos que creo tener corresponden a haber ido al cine de niño. Tengo uno muy anterior, que es, creo, haber ido con mis primas muy pequeño, con unos 2 o 3 años a ver a los Reyes Magos a Galerías Preciados. Pero no sé si recuerdo ese momento  como tal, o el hecho de tener una foto de ese momento que he visto muchas veces hace que ese recuerdo se haya asentado en mí,como si fuera un replicante. Recuerdo eso si, o creo recordar, mi terror con aquellos señores ataviados de forma extraña.

Pero lo que si recuerdo muy nítidamente, y ese es un recuerdo contrastado, es que de pequeño mi abuela Teresa nos llevaba todos los miércoles al cine Usera a mis hermanos y a mi. El Cine Usera era uno de tantos cines de barrio que había entonces en las ciudades. De hecho en la zona donde yo vivía había dos: uno era el cine Usera ,y otro era el cine Niza,  al que por cierto apenas fui una o dos veces en mi vida.
Esto ya lo he contado alguna vez, así que disculpad si os vuelvo a soltar el rollo, pero forma parte de mi vida sentimental y de alguna forma es mi particular «noche americana».

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Lo curioso no es que mi abuela nos llevase los miércoles al cine, a fin de cuentas en aquella época no había absolutamente nada con lo que pasar un rato. Lo curioso es que , recuerdo como si fuera hoy mismo, que cuando llegábamos mi abuela preguntaba muy discretamente por «el señor Montero», y cuando este señor salía nos colaba sin pagar. Han pasado más de 50 años pero podría jurar que si hoy tuviese a este señor delante le reconocería. Hace unos años, a raíz de un post que hicimos Raul Alda y yo sobre nuestras experiencias compartidas, sin saberlo, en el cine Usera, me lleve la gratísima sorpresa de que el nieto de aquel señor Montero leyó aquello y se puso en contacto con nosotros para decirnos que le había emocionado leer lo que decía de su abuelo.

Recuerdo haber visto en el cine Usera algunas de las películas que me han acompañado toda mi vida, desde una película que conseguí por fin en DVD hace pocos años titulada «Asfalto húmedo», hasta las maravillosas «20.000 leguas de viaje submarino», «Ulises» o «El oro de Mackenna». Aunque quién sabe si lo recuerdo o creo recordarlo.

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Recuerdos inducidos o no, el caso es que por algo que se me escapa aún hoy, en mi casa como en casi todas las casas de la época mi padre compraba semana semana cada libro que editaba la Biblioteca Básica Salvat. Uno de aquellos libros se llamaba «vamos a hablar de cine», de José María García Escudero, y por algo que aún no y no consigo entender, lo leí varias veces. Siempre fascinado, leyendo sobre películas que vería años después. Y leyendo aún más recurrentemente lo que al final venía como la lista de las mejores películas de la historia del cine, que a mí me sonaba un poco menos que a chino pero que se llamaban «Ciudadano Kane» «ladrón de bicicletas» «luces de la ciudad» «Cantando bajo la lluvia…» había otra que salía y qué me causa y me causaba asombro y era «qué noche la de aquel día».
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Recuerdos inducidos o no, el caso es que en aquella misma biblioteca básica Salvat había un libro titulado «2001 una odisea espacial» que leí un montón de veces, atendiendo no solo al texto, sino sobre todo a las fotos que en el aparecían de una película que tardaría unos cuantos años en ver en el cine.
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Recuerdos inducidos o no, creo recordar que con 12 años en el colegio al que iba por aquel entonces, el San Juan Bautista de Pozuelo, hicieron un curso de cine en el cual no sé cómo acabe cuál no sé cómo vi como 15 o 20 veces «el corredor sin retorno», que me impacto tremendamente y qué tiempo después supe que estaba dirigida por un tipo que se llamaba Samuel Fuller.

Recuerdos inducidos o no, de acuerdo que allá por 1972 o quizás 1973 en lo que entonces llamábamos el UHF, vulgarmente conocido tiempo después como La 2 de Televisión Española, por algo que se me escapa yo veía un programa de cine que se llamaba «Cineclub» y en el cual por aquellos tiempos ví unas películas que me causaron una conmoción que llega hasta hoy.  Esto debe ser cierto, o comparto recuerdos inducidos con Fausto Fernández, que lo corrobora también. Las películas a las que me refiero son «Nosferatu», «El manuscrito encontrado en Zaragoza» y «El hombre ilustrado».

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Quedé tan fascinado por aquellas películas qué tanto tiempo después me siguen pareciendo de las mejores que he visto en mi vida. Sé que esa sensación es cosa de la educación sentimental, pero es lo que es. No sé si todo eso tuvo que ver en que cuando tuve ocasión, decidí estudiar Ciencias de la Información, rama imagen y sonido, para aprender cine. Eso fue en 1977. No sé si todo eso que he contado tuvo que ver con que un año más tarde al empezar segundo de carrera decidiese irme 40 días a vendimiar para ganar dinero para comprarme una cámara de super 8. No iban a ser 40 pero lo fueron porque aquel años diluvió.   Pero el resultado de las cepas, el tranchete y la lluvia, fue una cámara Canon 814 XLS maravillosa. Luego vendrían el proyector y la empalmadora.

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Creen mis recuerdos, inducidos o no, que aquel año fue por primera vez a lo que entonces eran los cines Alphaville, hoy Golem. La primera película que vi alli fue «El tambor de hojalata». El año pasado en aquella misma sala en la que yo vi el tambor de hojalata presentaba para los espectadores de días de cine a Volver Shlondörff y podría contar en su presencia esa anécdota en plan abuelo cebolleta. No son recuerdos inducidos, aunque podrían serlo, pero desde aquellos tiempos hasta unos cuantos años después me tiraba todos los días en la Filmoteca Nacional y en el Cinestudio Griffith /(en el que andaba enredando mi amigo y compañero en Dias de Cine Alberto Bermejo) viendo hasta 5 y hasta 6 películas diarias.

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Lo se, um friki de tomo y lomo. Pero no hacía daño a nadie y siempre te he tratado de mantener una cierta normalidad paralela a mis neurosis. Ya para terminar esta evocación que intuyo es soporífera, recuerdo el cosquilleo que me invadió cuando me enteré de que unos aparatos que se pusieron a la venta el nombre de Betamax, y luego VHS, permitían. grabar películas y conservarlas. Recuerdo que antes de poder comprar un grabador, lo tenia ya mi tio. Y recuerdo que cuando en aquel mítico programa llamado «La Clave» pusieron «El compromiso», de Elia Kazan, no pude aguantar más y me presente en casa de mi tío con una cinta de vídeo para grabar ella película que me había dejado en estado de shock cuando la vi en la Filmoteca Nacional. Que luego la emisión de la película fuese en el horrible pan and scan tan habitual de la época y doblada es otra historia, pero esa fue la primera de las películas que grabé en vídeo de las más de 2000 que llegué a tener. Hoy tengo casi 10000 en DVD y Blu Ray, pero esa es otra historia.

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Ahora mismo no recuerdo bien donde estoy, pero creo que se que es 28 de marzo de 2018.

@Gerardo_DDC

2 comentarios sobre “Apuntes, recuerdos y fantasías.

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  1. Gracias Gerardo por estos párrafos y estos recuerdos, narrados de manera tan nostálgica y linda. En el verano de 2016, a las afueras de un parque en Santa Pola, encontré en la calle, sobre una manta en el suelo, Vamos a hablar de Cine, junto a otros libros -que nada tenian que ver con el cine- ropa y juguetes defectuosos. Como le sucederá a todo buen cinéfilo, mis ojos se plantaron al segundo en aquel libro que sobresalia de entre el amasijo; ese sentido arácnido de detectar al instante en cualquier sitio en cualquier momento cualquier cosa que huela a cine. Al igual que tu, leí en este libro títulos que o bien no conocía o tan solo su nombre, y que poco a poco voy visitando. Aquí sigue como libro de cabecera. La magia del cine. Un abrazo.

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