Nosotros (y vosotros y ellos)

Recuerdo que hará cosa de un año, o algo más, cuando se estrenó en salas la estupenda película titulada entre nosotros «Alma mater», de la cual por cierto tengo una entrada por ahí en este blog, pensaba que aquellas personas que la protagonizaban, con Hiam Abbass como cabeza visible, aquella familia absolutamente normal en medio de la guerra de Siria, serían aquellos que poco tiempo después veríamos en los informativos tratando de huir de su país con el tratamiento oficial de refugiados siendo ninguneados y rechazados por lo que conocemos como sociedad civilizada. O sea, nosotros. Siempre pensé que aquellas personas éramos igualmente nosotros.

De esto me acordaba el otro día viendo la nueva película de Jordan Peele, titulada precisamente «Nosotros», de nuevo una muy inteligente y renovadora incursión en el género the terror para hacer toda una radiografía social, tantode su país, Estados Unidos, como de la condición racial de buena parte de su población, pero también y sobre todo, me parece a mí, sobre ese reflejo que de algún modo tenemos todos en una especie de reverso tenebroso. o quizás nosotros seamos el reverso tenebroso de algo. O sea todos tenemos otro «nosotros» en algún lugar del mundo, aunque sea metafóricamente hablando, o aunque sea en nuestro subconsciente.

Lo primero que llama la atención en «Nosotros» además de las estupendas formas como director de Jordan Peele, es como es capaz de darle la vuelta a todas las convenciones con un realismo tan sugerente como inquietante. Sí en «Déjame salir» hacía una especie de contraadaptación de «Adivina quién viene esta noche» con mucha inteligencia y desparpajo, aquí vuelve a servirse del «otro lado» para ofrecernos en principio un relato tan anodino y convencional de una familia tan anodina y convencional como el cine americano nos ha mostrado tradicionalmente. Una familia de clase media, un marido, una mujer y dos hijos. La diferencia con lo que hasta ahora ha sido lo convencional es que son negros. Hay un prólogo ambientado tiempo atrás que no voy a desvelar pero en el cual está la clave de el grueso de la narración.

En «Nosotros» hay un poco de «La invasión de los ladrones de cuerpos» y un poco, reinventado, de cualquier película de zombies que podamos imaginar. Lo que plantea Jordan Peele en el mismo título ya, con lo que no creo andar destripando nada, es que por cada uno de nosotros hay en algún lugar de un submundo más cercano de lo que nos creemos, otro nosotros que funciona como antítesis nuestra, y qué es lo contrario a lo que somos nosotros, partiendo de la base de que los nosotros de «aquí y ahora» nos hemos llevado la mejor parte en un reparto en el que no todos han jugado con la misma baraja. Todo ello le sirve a Jordan Peele para hablar de muchas más cosas de las que a priori puedan parecer. Y como hacía Clint Eastwood en su recién estrenada «Mula», Jordan Peele también parece despotricar con un humor bastante irreverente sobre algunas de las esclavitudes que esta sociedad tan limpia y civilizada nos ha impuesto, o nos hemos dejado imponer.

Ojo, porque aquí la estupidez, y la culpa, es totalmente transversal, y afecta por igual a blancos y a negros, pues sí la familia protagonista es negra, sus mejores amigos son blancos pero igualmente estúpidos y banales. Deslumbran por cierto las dos mujeres, Lupita Nyong’o y Elisabeth Moss, ambas por partida doble, y aquí lo dejo.

Conviene ver la película con los ojos bien abiertos, sin prejuicios, y escuchando atentamente alguna gloriosa frase aparentemente trivial que es un retrato certero y feroz del estúpido mundo en el que vivimos tan confortablemente.

En algún lugar dentro de uno de los muchos kilómetros de túneles subterráneos que hay bajo nuestros pies, a 20 de marzo de 2019.

@Gerardo_DDC

Here I go again

Mis disculpas por desaparecer tanto tiempo. A veces no doy más de mí. Y ahora en el AVE, de vuelta de Málaga, cansado y pensando en que mañana hay que trabajar (ojo, que yo disfruto enormemente) quiero decir que ayer vi una película muy especial, «Buñuel en el laberinto de las tortugas» una recreación animada de la aventura de Luis Buñuel para hacer «Las Hurdes».

Me gusta el retrato de Don Luis, sin duda un tipo genial, aragonés y libre como pocos lo serán jamás. Un tipo que podía ser cruel, o al menos parecerlo, y al mismo tiempo, o inmediatamente después, enternecerse y llorar.

La película la ha dirigido, y muy bien, Salvador Simó Busom con producción de Manuel Cristobal, un tipo con un especial empeño en hacer buen cine desde la animación.

Debo confesar que «Las Hurdes» sigue pareciendome hoy una película brutal. Y «Buñuel en el laberinto de las tortugas» cuenta de una forma muy didáctica, casi a modo de «making of», pero con poesía y amor, el rodaje de aquella película tan fundamental como incomprendida en la carrera de Luis Buñuel.

Y me emociona la historia de la historia de su amigo, productor ocasional de la película, Ramón Acin. Un hombre sin nombre en los créditos de la película por decisión de La República, restaurado en 1960 por ese heterodoxo genial, libre, boxeador y amante de los revólveres que fue Luis Buñuel.

«Buñuel en el laberinto de las tortugas» se estrenará el 26 de abril

En el Ave Málaga Madrid, en un lugar de la mancha de cuyo nombre no quiero acordarme.

INGMAR BERGMAN: 1918-2018

Llevo meses pensando en ello como el neurótico que ya asumo que soy. Desde que en @DiasDeCine hicimos el especial sobre Howard Hawks emitido el 4 de enero de este año estoy pensando en el centenario de Ingmar Bergman y en como plasmarlo en Días de Cine. Finalmente, y sin entra a detallar todas las posibilidades que había, un monográfico el jueves de la próxima semana, un programa especial el día 14 de julio, un reportaje largo también la próxima semana, o dedicar el mes de julio a Ingmar Bergman, me decanté por esta última posibilidad. La idea es hacer 4 reportajes que vayan más allá de una visión cronológica o meramente biográfica y tratar al cineasta sueco desde varias perspectivas clave que articulan su filmografía y que como aquellos senderos borgianos, se entrecruzan entre si una y otra vez. Recuerdo hace muchos muchos años, cuando yo iba a la Facultad de Ciencias de la Información (yo hice Imagen) y poco menos que tenías que posicionarte entre «Ford» y «Bergman». Al igual que me sucede con Chaplin y Keaton, o con Beatles y Stones, yo no elijo porque me quedo con los dos. Además… años despues leí en un sitio que Ford y Bergman consideraban al otro «el mejor director del mundo» Si ellos lo pensaba, ¿quienes somos nosotros para dudar lo más mínimo?

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De modo que esta semana empezamos con la primera entrega, que he hecho yo mismo, una especia de notas clave sobre una gran partitura, centrándose en dos ideas claves: el teatro, y el mundo de la representación en Bergman. Si es relativamente fácil hacerse una idea de lo que el mundo del teatro representa en Bergman, quizá sea más complicado entender lo que significa «la representación», pero antes que contar lo que no se puede contar, prefiero poner como ejemplo el comienzo de «Persona» o esas imágenes de Fanny y Alexander fantaseando con una linterna mágica. Esa es la idea de la representación en Bergman, o como dice alguien en alguna de las muy jugosas entrevistas que hemos hecho, «mirar, y mirar a quien mira» . Por cierto, Ingmar Bergman se compró en 1949 una pequeña cámara de 9.5 mm con la que durante años documentó a modo de pequeños documentales todos sus rodajes en imágenes impagables.

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Con el fin de evitar que cada reportaje se construya desde el modo tradicional de «mucho off y alguna entrevista» hemos recurrido a varias personas para invertir esa formula, y de paso, tratar de hacer más accesible a quien lo es de hecho, aún a pesar de su fama, que ya digo es absolutamente inmerecida: Ingmar Bergman es un cineasta transparente, preciso, vitalista, serio, luminoso y oscuro. O sea, como la vida misma. Nunca me ha ha burrido ni un solo segundo una película de Ingmar Bergman. Dicho esto, las personas a las que hemos entrevistado, o se han dejado amablemente entrevistar, son Jane Magnusson, cineasta sueca, documentalista, autora de dos documentales sobre Ingmar Bergman: «Tresspassing Bergman», en el que la cineasta se lleva a la isla de Faro a varios cineastas para rastrear la huella de Ingmar Bergman en ellos, y «A year in a life», documental que toma como punto de referencia un año, 1957, en el que el cineasta rodó dos películas monumentales, «Fresas salvajes» y «El septimo sello». Además, Jordi Puigdomenèch, profesor y autor del libro «Ingmar Bergman, el último existencialista», los críticos (y tambien profesores) Javier H. Estrada y Lucia Tello Díaz. Además, entevistamos al Gran Carlos Saura, quien siempre ha manifestado su devoción por Ingmar Bergman, y en cuyo cine pueden seguirse algunas de sus huellas más importantes.

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Para la próxima semana, la semana del centenario de Ingmar Bergman tenemos reservado un hueco muy especial a otro de esos grandes temas de Bergman, tan eterno como su propia inspiración… o no: Dios, y la muerte. Decir Dios en Bergman es hablar de lo que él mismo calificaba como «bajamar y pleamar». Y la muerte… si hay una imagen de la muerte en la historia del cine, esa es la de «El séptimo sello». Pocas veces (muy pocas veces) Dios ha estado tan presente en el cine como en el cine de Ingmar Bergman, aún cuando en sus películas plantee sus dudas de la forma más explicita. En sus películas Bergman decide mirar a Dios a los ojos y reclamarle respuestas… Hijo de un severo pastor luterano con quien recorría las iglesias, Dios, y la figura del padre van irremediablemente unidas en Bergman. Y la muerte.. de la mano. No en vano, fue en una de las visitas a la Iglesia de Upsala con su padre, cuando el niño Bergman descubrió un fresco en el que se representaba a la muerte jugando al ajedrez con un caballero. Y fue un amor frustrado en Alemania, cuando un joven de 18 años vió desaparecer de la noche al día a su amada, una judía, con toda su familia , lo que hizo que Bergman, hasta entonces un fervoroso creyente, dejara de creer en Dios. Quiro pensar que Alejo Moreno no tiene unas dudas y obsesiones tan bergmanianas, porque desde un primer momento quiso hacer esta parte. Pensándolo bien.. ¿quien no tiene ese tipo de dudas, y quien no se hace ese tipo de preguntas?

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La semana siguiente, el tercer reportaje, versará sobre un tema que me interesa mucho y que de nuevo, tras el tema de Dios, empareja a Bergman con Buñuel. Siempre he tenido a ambos como grandísimos directores de cine, así, sin más, pero cuyo inmenso talento ha quedado eclipsado por sus temas. Osea, la forma, eclipsada por el fondo. De modo que en ese tercer reportaje, que a fecha de hoy está haciendo ya Alberto Bermejo, tratamos de desvelas las claves de Bergman como cineasta, o sea, como dirige a los actores, como usa la cámara y el montaje, como ilumina, como escribe los guiones… Todo eso que en una buena película es transparente, pero que es imprescindible para que ese «fondo» tenga fundamento. Ver hoy día de nuevo las películas de Ingmar Bergman, y sobre todo ahora que es posible, verle dirigiendo en los varios «making of» que acompañan a varias ediciones de sus película es toda una master class.

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Y la última semana de julio la dejamos para ese otro gran y eterno tema e Ingmar Bergman: las relaciones de pareja y las relaciones padre (más que madre) y los hijos (sobre todo, aunque con alguna excepción, con el hijo». Que Bergman se casara unas cuantas veces, y tuviera algunas amantes más, y que algunas de sus relaciones fuera realmente tortuosa, y tuviera 8 hijos, parece una buena experiencia para reflexionar en la pantalla de forma inmejorable como él lo hizo en películas como «Secretos de un matrimonio». Se encargará de este tortuoso, al tiempo que edificante tema Raúl Alda, y prefiero no especular con los motivos por los que deseaba ocuparse de él.

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La relación con la Televisión, que le tenía obsesionado hasta el extremo de poder ver en tiempos hasta la carta de ajuste, sus trabajos en los años 50 para publicidad, su retiro anunciado tras «Fanny y Alexander» y su monumental obra posterior hasta «Saraband», bien por mano propia en películas, o por mano ajena en películas también, o su faceta de inmejorable escritor, también se verán en Días de Cine.

Parece un recorrido enorme, pero sin embargo he de decir, que la sensación es apenas haber podido arrascar en la superficie de la obra de un cineasta monumental, como dice Javier Estrada en su entrevista, «uno de esos pocos cineastas, que no son más de 10, capaces de cambiar vidas».

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Esperemos que con nuestra aportación, cambie alguna vida, o cuando menos que un puñado siquiera de gente se plantee acercarse al universo de Ingmar Bergman. Yo les diría que merece la pena, pero ¿quien soy yo?

En la isla de Faro… a 4 de julio de 2018

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Who´ll stop the rain?

Llueve a cántaros, como decía la canción que tenía que llover, pero, ya está bien, ¿no? Acabo de llegar a casa de un intento de paseo matinal con Foxy y Golfo, mis perros, y aunque me he ataviado como dictan los cánones, un impermeable hasta más allá de las rodillas y unas botas «de agua» a los 10 minutos he tenido que volver del diluvio que caia. Eso si, los pertrechos han permitido que al contrario que en otras ocasiones, no haya vuelto empapado.

Llueve, y no llueve mansamente que digamos. Oía sonar el agua en la capucha del impermeable y no podía dejar de pensar en aquellos astronautas de uno de los capítulos de «El hombre ilustrado» que estaban en un planeta donde no paraba de llover, y tenían dos alternativas: o bien se quitaban el casco, con lo que el continuo golpear del agua en sus cabezas los volvía locos, o bien se lo ponían, y entonces, en continuo golpear del agua en los cascos provocaba un ruido machacón que los volvía locos.

Llueve, y no llueve mansamente, como salmodiaba Cela en «Mazurca para dos muertos». Llueve insistente y violentamente, un día tras otro, con apenas unos ratos de aparente tiempo primaveral que parecen destinados a engañarnos.

Llueve real y metafóricamente. Esta semana ha habido un auténtico diluvio, y recordaba a Travis, en «Taxi driver» hablándonos en off diciéndonos aquello de que esperaba que algún día la lluvia limpiases las calles de escoria. Ha llovido y se ha llevado por delante un gobierno que ni siquiera sabe porqué llueve. O dice no saberlo. O piensa que por negar que lo sabe, lo que sabe que sabe, no sucedió jamás. Es freudiano. Pero también peligroso. Negar la realidad es más que un juego de niños. Lo que no se es si a esa lluvia, como un torrente, que se ha llevado un Gobierno, le seguirá una lluvia de barro, cual si de una plaga bíblica se tratase. O si escampará. «Vivir es fácil. con los ojos cerrados sin entender lo que ves» Esto era un verso de «Strawberry fields forever» y parte del título de la película de David Trueba. Y es algo que se repite una y otra vez en unos y en otros. Dejar de sentir el suelo bajo los pies es peligroso. Suele ir unido al síndrome del traje nuevo del emperador.

Llueve, y me acuerdo de aquel «Lluvia» de Lewis Milestone, y de «Huracán sobre la isla» de Jord, y de «Entre pillos anda el juego» y como a  Dan Aykroyd, parecía que ya no podía pasarle más y se ponía a llover.. y  más…

Pero también es cierto que me acuerdo de ese formidable remedio contra la tristeza que es «Cantando bajo la lluvia». Hay esperanza. Más si sabemos que Gene Kelly rodó esa escena en julio con 40 de fiebre.

Llueve, y recuerdo canciones como «Rail», ácida, o «it´s raining again», luminosa, o aquel «Who´ll stop de rain» de Creedence Clearwater Revival que era mucho más que una canción…(y título de una película de Karel Reisz)

Y yo, como Tom Fogerty aunque sin su voz y su guitarra, me digo y os digo también…

And I wonder… Still I wonder.. Who´ll stop the rain?

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PS. esta semana se estrena ese Don Quijote de Terry Guilliam. Sería imperdonable perderse una película heterodoxa y genial que huye de cualquier convención y camino trillado para poner al Quijote en el siglo XXI en plena forma. En el mundo sobran gigantes, o molinos de viento, y faltan muchos Quijotes. Y Sanchos Panza también que son aquellos que debieran decirle al Emperador que va desnudo, en lugar de decirle lo bien que le queda ese traje inexistente. Pensar que cuando Camarón cantaba «La leyenda del tiempo» no sabía que es lo que quería decir también nos consuela, y su estupendo documental que se estrena esta semana.

En El Planeta Lluvia

1 de junio de 2018

@Gerardo_DDC

Who´ll stop the rain?

Terry Gilliam: Un Quijote de Minnesota

Llevabamos casi un cuarto de siglo oyendo hablar del proyecto de Terry Gilliam de llevar a la pantalla El Quijote, y sabiendo todo lo que había que saber sobre su quijotesco empeño tras su particular «Lost in La Mancha» , de la que dejaron crónica filmada en forma de documental Keith Fulton y Louis Pepe.

Aquello sucedía allá por el 2002, y el buen Jean Rochefort dio con sus huesos en las estrellas (en la prosaica forma de una hernia de disco primero), que finalmente, cuando nos dejó, fueron menos metafóricas de lo que el buen Terry Giliam hubiera querido.

Reportaje de @DiasDeCine sobre Lost In La Mancha y los Quijotes en el cine

Hace tiempo que ya no está entre nosotros Jean Rochefort, pero el espíritu de Don Quijote, su maravillosa locura, no escapa de Terry Gilliam, como él mismo reconoce. Bendito sea. Yo se lo agradezco. ¿Debo explicar que soy fan suyo de forma incondicional?

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Cuento esto porque hace unos pocos días pude ver en un pase privado “El hombre que mató a Don Quijote”, su plasmación final del Universo del Caballero de la Triste Figura tras años de quijotesco empecinamiento. Tras su naufragio en Los Monegros a comienzos del siglo XXI, debo agradecer a Tornasol y a Gerardo Herrero y a Mariela Besuievski, haber permitido que Terry Gilliam haya podido llevar finalmente a cabo su empeño. Ha merecido la pena. Ya he leído por ahí notas discordantes con lo que yo creo. Pero en su imperfección y desmesura (quijotesca) esta película es más perfecta y está más viva que otras miles que se antojan intrascendentes y sin alma.

Claro que nadie debería esperar que Terry Gilliam hiciera una adaptación ortodoxa del Quijote. En su visión hay más Quijotismo que en ninguna otra película que haya adaptado la novela de Cervantes, salvo, probablemente, el igualmente quijotesco empeño de Orson Welles.

Debo decir, empezando por el final, y contraviniendo de forma quijotesca lo que ha de ser el dogma de “introducción, nudo y desenlace”, que “El hombre que mató a Don Quijote” me fascinó. De principio a fin, como me fascinó “El imaginario del Doctor Parnassus”, “El Rey Pescador” o incluso “El teorema del Zero”. Yo sé que esto no ayuda, y que habrá quien salga corriendo antes de pensar siquiera en verla, pero yo soy muy quijotesco en mi ser. Yo aprendí a leer en el colegio con el Quijote desde los 3 años. Obviamente no me enteraba de nada, y lo abandoné… para retomarlo como se debe a la edad pertinente. Lo he leído varias veces, me parece divertidísimo y sobre todo un libro enormemente sabio. Algún día me gustaría hacer (siempre he soñado con ello) una película de su novela dentro de la novela que es «El curioso impertinente» que me parece lo más adaptable del Quijote, y plenamente actual como comedia de enredo.

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No quiero decir demasiado, más allá de la emoción que me causó ver la película. De momento. En “El hombre que mató a Don Quijote” vemos a un director de cine convertido en el particular (y a la fuerza) Sancho Panza de un Don Quijote que ni siquiera lo es. Y una locura maravillosa que se traspasa de Quijote en Quijote. Vemos a menesterosos, a gigantes y a molinos de viento. Y a Clavileño. Y a la sin par Dulcinea, o quizás sean dos sin pares Dulcineas. O quizás todas las mujeres a las que amamos son la sin par Dulcinea.

Vemos a un magnate ruso hortera de solemnidad y a un productor de cine marrulleando para hacer su película. Vemos a Rocinante, y vemos el Yelmo de Mambrino. También vemos a sin papeles musulmanes y a la Guardia Civil. Incluso a Els Comediants, y las caras de Jordi Mollá, Sergi López, Olga Kurilenko, Stellan Skarsgard, Adam Driver o un gran Jonathan Price, un Quijote 100% Quijote, aún hablando en inglés.

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Le decían en “Cyrano de Bergerac” al buen Cyrano, que si se empeñaba en luchar contra los molinos de viento podría acabar con sus huesos en el suelo, a lo que él contestaba “o en las estrellas”. Terry Gilliam es uno de los últimos y más puros Quijotes que existen en este mundo, demostrando lo que bien sabía Cervantes: que aquel lugar de cuyo nombre no quería acordarse, bien podría ser de La Mancha o de Minnesota.

Gracias amigo Terry Gilliam por tu bendita y Quijotesca locura.

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Y como se dice en la película para darle final, o casi… “Don Quijote, nunca morirá”

Continuará… cuando se estrene la película y se hayan asentado en mis neuronas las sensaciones de este primer visionado.

Ah, se me olvidaba: Terry Gilliam dedica «El hombre que mató a Don Quijote» a Jean Rochefort y a John Hurt. Más grande no se puede ser.

En un lugar de La Mancha, o de Minnesota, de cuyo nombre no quiero acordarme…

A 10 de Mayo de 2018 (y publicado hoy por cosas de embargos)

@Gerardo_DDC

Once I was Lucky

 

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Tengo un poco abandonado este rincón, que abrí para pode dar rienda suelta a mi desenfreno, pero últimamente se me han cruzado en el camino 3 asuntos:

Martin Scorsese y su premio Principe de Asturias en @DiasDeCine, motivo por el cual me pidieron un texto de urgencia para la web de rtve.es (y luego hicimos, hice, una pieza para @DiasDeCine)

El prologo que amablemente me habían solicitado para un libro de próxima edición sobre el cine de los años 80, y preparar un coloquio sobre “El Padrino” que hicimos el pasado lunes en los Cines Paz, para lo cual me volví a ver los Padrinos, y muy en particular los documentales de todo tipo y condición que acompañan a las películas en las ediciones en DVD y Blu Ray. Una vez más, quedé rendido al Padrino (una película en tres partes, y no tres películas como algunos creen) y volví a sentir emoción viendo un documental que vi hace unos 20 años titulado “A look inside”.

Ya superado ese aluvión, me gustaría hablar aunque sea brevemente de una preciosa película, “LUCKY”, la última del gran Harry Dean Stanton, dirigida por un tipo mucho más que interesante, John Carroll Lynch, actor a quien pudimos ver en películas como “Zodiac”,”Gran Torino” o mismamente “Fargo”, y quien demuestra como director un temple ejemplar para contar la historia de ese anciano al que conocemos por su nickname, “Lucky”  que se resiste a dejar de vivir, lo cual, seguramente, le convierte en una persona “forever Young”. Que por allí aparezca David Lynch (que no tiene nada que ver con el director de la película a pesar de compartir apellido) es un lujo, sabiendo como sabemos lo mucho que estimaba a su amigo Harry Dean Stanton, a quien su cámara mimaba en la tercera temporada de Twin Peaks. Lynch (David) hace un papel entrañable, un tipo que echa de menos a su tortuga, que se ha escapado.

En un pueblo perdido en medio de ningún sitio, con un sol deslumbrante y un aire transparente, Lucky repite día a día su ritual vital para reconocer en un momento que tiene miedo (a morir, entendemos). Cuesta creer que Harry Dean Stanton falleciera hace unos meses, pero tengo que recordar que yo mismo hice (con el pesar habitual) su “Habitación verde” para @DiasDeCine. Socarrona y vitalista, crepuscular y emotiva, la película tiene un final muy bonito, y el mismo Harry Dean se permite chapurrear en español, y lo que es mejor, cantar con alma en nuestra lengua.

Y no digo más… salvo que una vez, hace mucho tiempo, en 1984, volví en un avión desde San Sebastian a Madrid (tras el Festival de Cine) y en el asiento del otro lado del pasillo iba sentado Harry Dean Stanton. Una timidez absurda me impidió decirle nada de “Paris, Texas”, película que había ido a presentar al Festival, pero nunca olvidaré sus botas de cowboy. Yo me sentía un paleto ante aquel tipo que había buscado a Jonesy en la Nostromo. Y si, reconozco que una vez fui afortunado. O dicho en inglés, Once I was Lucky.

En algún sitio de la frontera…

a 10 de Mayo de 2018

Alma mater: somos nosotros

Esta semana llega a las pantallas «Alma Mater», una estupenda película, dirigida por un para mí desconocido hasta ahora, Philippe Van Leeuw., de quién me entero, rastreando por ahí, que hasta ahora ha sido director de fotografía.

«Alma mater» cuyo título original, » Insyriated», pierde el simbolismo para ser mucho más prosaico, cuenta de una forma tan certera como demoledora, lo que es la vida normal de una familia tan normal como puede serlo en medio de una guerra cómo es la de Siria.

Esta semana llega a las pantallas «Alma Mater», una estupenda película, dirigida por un para mí desconocido hasta ahora, Philippe Van Leeuw., de quién me entero, rastreando por ahí, que hasta ahora ha sido director de fotografía.

«Alma mater» cuyo título original, » Insyriated», pierde el simbolismo para ser mucho más prosaico, cuenta de una forma tan certera como demoledora, lo que es la vida normal de una familia tan normal como puede serlo en medio de una guerra cómo es la de Siria.

El primer plano es tan revelador cómo en principio engañoso: una lenta panorámica por el salón de una casa como la que podría ser la de casi cualquiera de los espectadores que puedan ver la película. Esa panorámica, tremendamente descriptiva, termina en una puerta cerrada a cal y canto con algo más que un cerrojo.

En la película, el director nos cuenta el discurrir de esa familia durante 24 horas, tratando de mantener una cotidianidad todo lo normal que puede entenderse como tal, mientras, ventanas afuera, los francotiradores y los ruidos de aviones o de bombardeos, se suceden con una frecuencia que intuimos va a ir a más.

Hiam Abass está tan estupenda como ya nos había demostrado en películas como «Paradise now» «los limoneros» o «the visitor», y aquí es esa madre cuya alma inunda la película, tratando de cubrir con ella a su familia y protegerla de todos los males de este mundo que se ceban con ella.

La dirección es precisa, sin ninguna pretenciosidad, y el guion a la altura, alternando momentos de una paz aparente con otros de incierta brutalidad o cuando no, totalmente cierta. A destacar la presencia en ese piso de Diamand Bou Abboud, a quien hemos podido ver también estos días en las pantallas en la igualmente estupenda «El insulto» haciendo de abogada.

Viendo «Alma Mater» no puedo dejar de pensar que esas personas a las que vemos en su casa somos nosotros mismos. Aunque quizás el verbo que tendría que emplear sería el condicional, en el no tan hipotético caso, visto lo visto de la condición humana, de que fuésemos nosotros los protagonistas forzosos de una historia de ese tipo.

Me reconozco en esas personas que tratan de vivir una vida lo más normal posible en una casa tan normal como es la mía, y los reconozco en los informativos que cada día nos muestran a personas como esas tratando de llegar a Europa, bien en pateras, o bien tratando de cruzar las fronteras de Europa.

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Esa familia podría estar perfectamente entre las personas que al comienzo de la contundente y simbólica «Jupiter’s Moon» trataban de entrar en Hungría.

Hay quien no lo sabe aún pero esas personas somos nosotros.

En un viernes 13.

@Gerardo_DDC

#AlmaMater en @DiasDeCine, por @Alberto_DDC

Los (sin)amores de Juliette

Veía el otro día «Un sol interior» y debo reconocer que me gustó mucho, aunque tenia alguna opinión de algún amigo no tan favorable. Pero lo mejor, siempre, es la opinión de uno mismo. Si te equivocas, que sea por tu culpa. O por culpa de Juliette Binoche, maravillosa y luminosa (de nuevo), en esta película

«Un sol interior» («Un bello sol interior» en original), que está dirigida por esa mucho más que interesante cineasta llamada Claire Denis, es la adaptación de un libro (que no he leído) de Roland Barthès titulado «Fragmentos de un discurso amoroso». Puede que no sepáis de Roland Barthès: fue un semiólogo francés, o sea, alguien muy sesudo. Yo huía de esta gente cuando me tocó tenerlos cerca. Hoy día tengo la teoría de que esta gente se aburría tanto,  incluso se aburrian tanto  a si mismos (por el postureo ideológico de la época y ña necesidad obligatoria de ser plumbeos y cripticos) que finalmente tenían que reventar por otro lado. Y de ahí surge una novela como esta (que ahora me apetece leer). Ahora que lo pienso,  quizás los plumbeos y pedantes insoportables eran quienes me hablaban de gente como Roland Barthès.

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Juliette Binoche, guapísima y esplendorosa en la madurez de la mujer que representa en la película, Isabelle, anda atribulada entre su trabajo en el mundo del arte, y las tribulaciones de su corazón, divorciada como está, con una hija a la que no acaba de cogerle el punto, y una galería de pretendientes desfilando ante su vida y nuestra mirada que son, digamoslo abiertamente, a cual más patético. Y por consiguiente todos esos encuentros de mayor o menor duración serán patéticos e insatisfactorios. Y aunque a fin de cuentas, creo que el desamor es más poético que el amor, como dice la canción de Springsteen, «Dos corazones son mejor que uno», (aunque a saber como).  En esa búsqueda  se embarca Juliette, y en eso se embarca la directora, Claire Denis, sin caer en la zafiedad ni en la gratuidad en ningún caso, pero sin renunciar a una cierta explicitud sexual que para mi es siempre pertinente  elegante.

Yo diría que solo por disfrutar de los sinamores de Juliette «Un sol interior» ya merece la pena. Pero añado que al final surge un personaje oculto hasta entonces, una especie de Chaman espiritual al que da vida Gerard Depardieu, que no tiene desperdicio, y que es a quien escuchamos esas palabras que conforman el título de esta película.

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Y si, lo reconozco, las miradas de Juliette Binoche me derriten. Uno no es de piedra.

En el interior de un sol

a 6 de abril de 2018

@Gerardo_DDC

Hasta el infinito.. y ¡más allá!

Hoy, 2 de abril de 2018, se cumplen 50 años de la premiere de «2001 una odisea espacial» en Whasington DC. una de las películas de mi vida (si, ya se, tengo unas cuantas)

Por esas cosas cosas que no son del todo comprensibles, yo puedo decir que vi la película muchas veces antes de verla por vez primera. La vi muchas veces en mi imaginación, viendo las fotos que salían en el libro que había editado Salvat en su biblioteca básica. Como de eso ya he hablado en otro post sobre mis apuntes, recuerdos y fantasías, ah`´i lo dejo.

Cuando la vi finalmente, fue allá por 1978 (más o menos). Se que fue despues del éxitazo de «La guerra de las galaxias» porque en los carteles de la película aparecía una frase de George Lucas que venía a decir algo asi como «2001 es la película que yo siempre hubiera querido hacer».

Y cuando la vi, sentí que un puzzle se completaba ne orden, un puzzle de imàgenes formadas por un recuerdo futuro fruto de esas lecturas multiples del libro y de ver una y otra vez esas fotos.

Con los años, llegué a verla en el cine más de 40 veces. Se que puede ser objeto de sospecha, eso de «más de 40 veces», pero es rigurosamente cierto. Pasada esa cuarentena, dejé de llevar la cuenta. Como anécdotas, una vez la vi en un cine donde había ratas pasando entre las butacas, y otra en un cine donde la pusieron con los rollos cambiados. Detrás de mi dos chavales (bueno, yo era un chaval también) decían «no entiendo nada» y el otro le contestaba «a mi me habían dicho que era muy rara».

Yo poco puedo decir nada sensato sobre 2001. Todo es emocional, por más que emocionalmente aprecie su exquisita forma cinematográfica, con esa elipsis que cubre todo el arco de la existencia de la humanidad. NO puedo decir nada que no sea emocional sobre esa música que no era su música, y si la de Alex North que Kubrik finalmente no utilizó. Ya da igual.Por más que tenga esa banda sonora inédita, 2001 siempre tendrá el «Asíhabló Zaratrusta» y «El Danubio azul» además de la inquietante música de Grigori Ligeti.

Que HAL 9000 sea una máquina que se rebela contra sus creadores, que medio siglo después de su estreno nada «cante» a nivel técnico (o mejor dicho, de tecnología) y que las preguntas que nos hacíamos nos las sigamos haciendo hoy, me reconfortan. Podemos vivir en ese OASIS que Spielberg, admirador confeso de Kubrik, denuncia en su maravillosa «Ready Player One» o podemos pensar. Kubrick nos invitaba a lo segundo.

Yo se que no dudaría ni un segundo en subirme a la Discvovery e ir «hasta le infinito y más allá», que, por cierto, era lo que decía Buzz Lightyear como mantra en la igualmente maravillosa «Toy Sotry homenajeando a 2001.

Han pasado 50 años. Yo ya tengo unos cuantos, pero me siento como Moonwatcher y aquel astronauta en la luna, quienes,separados por millones de años, respondían de igual modo ante lo desconocido. Han pasado 50 años y como HAL 9000,  a veces, «mi cabeza se va….» con ese trip final paradigma de toda una época.

En TMA-1 a 2 de abril de 2018

«está lleno de estrellas»

@Gerardo_DDC

 

El hombre? Tranquilo

Eso de «El hombre tranquilo» tiene su aquel. En primer lugar porque es una de mis películas favoritas de siempre, y desde luego la película que más veces he visto en el cine. Cuando paré de contar llevaba ya más de 40 veces.

La primera vez que la vi fue en la Filmoteca Nacional, como tantas y tantas otras maravillas que por aquel entonces solo podían verse en sitios como ese.
No es el síndrome del Abuelo Cebolleta es que entonces no había ni DVD ni siquiera VHS ni Netflix ni HBO ni Movistar + ni nada de eso.

Yo recuerdo que la primera vez que la vi, en una copia espantosa, con unos colores desvaidos y llena de rasguños, me parti de risa y me sentí trasladado a otro universo, que es lo que pasa cuando ves una buena película de verdad.

Y recuerdo que unos años después la reestrenaron, algo que entonces sucedía de cuando en cuando, en el cine Pompeya de la Gran Vía, qué obvio es decir también hace tiempo que ya no existe. Como decía el narrador (El padre Lonergan): «Empezaré por el principio»

Por aquel entonces ya me sabía los diálogos de memoria y por supuesto estaba también enamorado de Mary Kate Danaher, aquella maravillosa Maureen O’Hara, y ya puestos hasta me sabía prácticamente todas las canciones tabernarias irlandesas. «He was a wild colonial boy…. »

Pero años después mi enfermedad se agravó. Visto en perspectiva creo que obviamente tenía mucho tiempo además de gran devoción porque cuando la ponían en la Filmoteca Nacional me las apañaba para ver todos y cada uno de los pases que había. Una y otra vez.

Que no cunda el pánico, porque esas cosas también las hacia con otras películas, como por ejemplo «la fiera de mi niña» o «2001 una odisea espacial». Eran otros tiempos, yo era mucho más joven y además obviamente tenía un tiempo que ahora no tengo. Pero doy por maravillosamente bien empleado el tiempo de todas y cada una de las veces que vi y volví a ver esas películas y otras tantas que sería extenuante, y petulante, citar.

El hombre tranquilo me parece una película exultante y vitalista. Un hombre tratando de huir de su pasado volviendo a su tierra natal que viene su Ítaca soñada, Sean Thorton, tremendo John Wayne, «homérico» . Una mujer que quiere ser ella misma y que lo hace a costa de todas las convenciones aunque a veces parezca que para serlo tenga que usar las propias convenciones sociales que la constriñen. También hay mucha cerveza corriendo, unos tipos del IRA que son muy graciosos, el hermano de Mary Kate, Will «red» Danaher, qué es un fortachon de buen corazón en el fondo.
Está la viuda, Tillane, y dos reverendos uno católico y otro protestante, el padre Lonergan y el reverendo Playfair. Y en el universo inequívocamente fordianos en el que nos invita a sumergirnos ese señor que se llamaba John Ford el cura católico invitaba a sus conciudadanos a jalear al cura protestante para impedir que cerrasen su humilde Iglesia por falta de feligreses.

De remate estaba por ahí Michaleen Oge Flynn, borrachuzo, casamentero y corredor de apuestas local, y el mismísimo hermano de John Ford, Francis, resucitando al borde de la muerte ante la Pelea del Siglo. ¿Hay quién de más? Ah, si, claro, la musica de Victor Young.

Tras muchos años hace tres o cuatro se restauró «El hombre tranquilo» y pude verla de nuevo en el cine con unos colores como nunca había visto. Algo parecido sucedió con «La Reina de África», pero debo confesar que en mi memoria emocional lo que perdura son aquellos colores desvaidos y aquellas copias en un estado no demasiado presentable te vi cuando tuve que verla. A eso es a lo que yo llamo educación sentimental. Y a «El hombre tranquilo» es lo que yo llamo una absoluta obra maestra.

Por ese beso que es uno de los más grandes besos de la historia del cine:

En Inesfree, a 1 de abril de 2018.
@Gerardo_DDC

Continuará… cuándo Sean Thorton y Red Will Danaher terminen su homérica pelea.

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