Veía el otro día «Un sol interior» y debo reconocer que me gustó mucho, aunque tenia alguna opinión de algún amigo no tan favorable. Pero lo mejor, siempre, es la opinión de uno mismo. Si te equivocas, que sea por tu culpa. O por culpa de Juliette Binoche, maravillosa y luminosa (de nuevo), en esta película
«Un sol interior» («Un bello sol interior» en original), que está dirigida por esa mucho más que interesante cineasta llamada Claire Denis, es la adaptación de un libro (que no he leído) de Roland Barthès titulado «Fragmentos de un discurso amoroso». Puede que no sepáis de Roland Barthès: fue un semiólogo francés, o sea, alguien muy sesudo. Yo huía de esta gente cuando me tocó tenerlos cerca. Hoy día tengo la teoría de que esta gente se aburría tanto, incluso se aburrian tanto a si mismos (por el postureo ideológico de la época y ña necesidad obligatoria de ser plumbeos y cripticos) que finalmente tenían que reventar por otro lado. Y de ahí surge una novela como esta (que ahora me apetece leer). Ahora que lo pienso, quizás los plumbeos y pedantes insoportables eran quienes me hablaban de gente como Roland Barthès.
Juliette Binoche, guapísima y esplendorosa en la madurez de la mujer que representa en la película, Isabelle, anda atribulada entre su trabajo en el mundo del arte, y las tribulaciones de su corazón, divorciada como está, con una hija a la que no acaba de cogerle el punto, y una galería de pretendientes desfilando ante su vida y nuestra mirada que son, digamoslo abiertamente, a cual más patético. Y por consiguiente todos esos encuentros de mayor o menor duración serán patéticos e insatisfactorios. Y aunque a fin de cuentas, creo que el desamor es más poético que el amor, como dice la canción de Springsteen, «Dos corazones son mejor que uno», (aunque a saber como). En esa búsqueda se embarca Juliette, y en eso se embarca la directora, Claire Denis, sin caer en la zafiedad ni en la gratuidad en ningún caso, pero sin renunciar a una cierta explicitud sexual que para mi es siempre pertinente elegante.
Yo diría que solo por disfrutar de los sinamores de Juliette «Un sol interior» ya merece la pena. Pero añado que al final surge un personaje oculto hasta entonces, una especie de Chaman espiritual al que da vida Gerard Depardieu, que no tiene desperdicio, y que es a quien escuchamos esas palabras que conforman el título de esta película.
Y si, lo reconozco, las miradas de Juliette Binoche me derriten. Uno no es de piedra.
En el interior de un sol
a 6 de abril de 2018
@Gerardo_DDC
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