Llevo meses pensando en ello como el neurótico que ya asumo que soy. Desde que en @DiasDeCine hicimos el especial sobre Howard Hawks emitido el 4 de enero de este año estoy pensando en el centenario de Ingmar Bergman y en como plasmarlo en Días de Cine. Finalmente, y sin entra a detallar todas las posibilidades que había, un monográfico el jueves de la próxima semana, un programa especial el día 14 de julio, un reportaje largo también la próxima semana, o dedicar el mes de julio a Ingmar Bergman, me decanté por esta última posibilidad. La idea es hacer 4 reportajes que vayan más allá de una visión cronológica o meramente biográfica y tratar al cineasta sueco desde varias perspectivas clave que articulan su filmografía y que como aquellos senderos borgianos, se entrecruzan entre si una y otra vez. Recuerdo hace muchos muchos años, cuando yo iba a la Facultad de Ciencias de la Información (yo hice Imagen) y poco menos que tenías que posicionarte entre «Ford» y «Bergman». Al igual que me sucede con Chaplin y Keaton, o con Beatles y Stones, yo no elijo porque me quedo con los dos. Además… años despues leí en un sitio que Ford y Bergman consideraban al otro «el mejor director del mundo» Si ellos lo pensaba, ¿quienes somos nosotros para dudar lo más mínimo?
De modo que esta semana empezamos con la primera entrega, que he hecho yo mismo, una especia de notas clave sobre una gran partitura, centrándose en dos ideas claves: el teatro, y el mundo de la representación en Bergman. Si es relativamente fácil hacerse una idea de lo que el mundo del teatro representa en Bergman, quizá sea más complicado entender lo que significa «la representación», pero antes que contar lo que no se puede contar, prefiero poner como ejemplo el comienzo de «Persona» o esas imágenes de Fanny y Alexander fantaseando con una linterna mágica. Esa es la idea de la representación en Bergman, o como dice alguien en alguna de las muy jugosas entrevistas que hemos hecho, «mirar, y mirar a quien mira» . Por cierto, Ingmar Bergman se compró en 1949 una pequeña cámara de 9.5 mm con la que durante años documentó a modo de pequeños documentales todos sus rodajes en imágenes impagables.
Con el fin de evitar que cada reportaje se construya desde el modo tradicional de «mucho off y alguna entrevista» hemos recurrido a varias personas para invertir esa formula, y de paso, tratar de hacer más accesible a quien lo es de hecho, aún a pesar de su fama, que ya digo es absolutamente inmerecida: Ingmar Bergman es un cineasta transparente, preciso, vitalista, serio, luminoso y oscuro. O sea, como la vida misma. Nunca me ha ha burrido ni un solo segundo una película de Ingmar Bergman. Dicho esto, las personas a las que hemos entrevistado, o se han dejado amablemente entrevistar, son Jane Magnusson, cineasta sueca, documentalista, autora de dos documentales sobre Ingmar Bergman: «Tresspassing Bergman», en el que la cineasta se lleva a la isla de Faro a varios cineastas para rastrear la huella de Ingmar Bergman en ellos, y «A year in a life», documental que toma como punto de referencia un año, 1957, en el que el cineasta rodó dos películas monumentales, «Fresas salvajes» y «El septimo sello». Además, Jordi Puigdomenèch, profesor y autor del libro «Ingmar Bergman, el último existencialista», los críticos (y tambien profesores) Javier H. Estrada y Lucia Tello Díaz. Además, entevistamos al Gran Carlos Saura, quien siempre ha manifestado su devoción por Ingmar Bergman, y en cuyo cine pueden seguirse algunas de sus huellas más importantes.
Para la próxima semana, la semana del centenario de Ingmar Bergman tenemos reservado un hueco muy especial a otro de esos grandes temas de Bergman, tan eterno como su propia inspiración… o no: Dios, y la muerte. Decir Dios en Bergman es hablar de lo que él mismo calificaba como «bajamar y pleamar». Y la muerte… si hay una imagen de la muerte en la historia del cine, esa es la de «El séptimo sello». Pocas veces (muy pocas veces) Dios ha estado tan presente en el cine como en el cine de Ingmar Bergman, aún cuando en sus películas plantee sus dudas de la forma más explicita. En sus películas Bergman decide mirar a Dios a los ojos y reclamarle respuestas… Hijo de un severo pastor luterano con quien recorría las iglesias, Dios, y la figura del padre van irremediablemente unidas en Bergman. Y la muerte.. de la mano. No en vano, fue en una de las visitas a la Iglesia de Upsala con su padre, cuando el niño Bergman descubrió un fresco en el que se representaba a la muerte jugando al ajedrez con un caballero. Y fue un amor frustrado en Alemania, cuando un joven de 18 años vió desaparecer de la noche al día a su amada, una judía, con toda su familia , lo que hizo que Bergman, hasta entonces un fervoroso creyente, dejara de creer en Dios. Quiro pensar que Alejo Moreno no tiene unas dudas y obsesiones tan bergmanianas, porque desde un primer momento quiso hacer esta parte. Pensándolo bien.. ¿quien no tiene ese tipo de dudas, y quien no se hace ese tipo de preguntas?
La semana siguiente, el tercer reportaje, versará sobre un tema que me interesa mucho y que de nuevo, tras el tema de Dios, empareja a Bergman con Buñuel. Siempre he tenido a ambos como grandísimos directores de cine, así, sin más, pero cuyo inmenso talento ha quedado eclipsado por sus temas. Osea, la forma, eclipsada por el fondo. De modo que en ese tercer reportaje, que a fecha de hoy está haciendo ya Alberto Bermejo, tratamos de desvelas las claves de Bergman como cineasta, o sea, como dirige a los actores, como usa la cámara y el montaje, como ilumina, como escribe los guiones… Todo eso que en una buena película es transparente, pero que es imprescindible para que ese «fondo» tenga fundamento. Ver hoy día de nuevo las películas de Ingmar Bergman, y sobre todo ahora que es posible, verle dirigiendo en los varios «making of» que acompañan a varias ediciones de sus película es toda una master class.
Y la última semana de julio la dejamos para ese otro gran y eterno tema e Ingmar Bergman: las relaciones de pareja y las relaciones padre (más que madre) y los hijos (sobre todo, aunque con alguna excepción, con el hijo». Que Bergman se casara unas cuantas veces, y tuviera algunas amantes más, y que algunas de sus relaciones fuera realmente tortuosa, y tuviera 8 hijos, parece una buena experiencia para reflexionar en la pantalla de forma inmejorable como él lo hizo en películas como «Secretos de un matrimonio». Se encargará de este tortuoso, al tiempo que edificante tema Raúl Alda, y prefiero no especular con los motivos por los que deseaba ocuparse de él.
La relación con la Televisión, que le tenía obsesionado hasta el extremo de poder ver en tiempos hasta la carta de ajuste, sus trabajos en los años 50 para publicidad, su retiro anunciado tras «Fanny y Alexander» y su monumental obra posterior hasta «Saraband», bien por mano propia en películas, o por mano ajena en películas también, o su faceta de inmejorable escritor, también se verán en Días de Cine.
Parece un recorrido enorme, pero sin embargo he de decir, que la sensación es apenas haber podido arrascar en la superficie de la obra de un cineasta monumental, como dice Javier Estrada en su entrevista, «uno de esos pocos cineastas, que no son más de 10, capaces de cambiar vidas».
Esperemos que con nuestra aportación, cambie alguna vida, o cuando menos que un puñado siquiera de gente se plantee acercarse al universo de Ingmar Bergman. Yo les diría que merece la pena, pero ¿quien soy yo?
En la isla de Faro… a 4 de julio de 2018